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Crítica de Guille63


Guille63
07 March 2023
Javier Marías es un autor del que disfruto –mucho- desde hace poco tiempo, un autor que pasó sin pena ni gloria por mis lecturas de juventud, un autor para el que he tardado tiempo –mucho- en estar preparado. El valor de su literatura, ese que fui incapaz de apreciar en mis primeras lecturas, reside, al menos en lo que a mí respecta, en su música, en la cadencia con la que construye su inagotable cadena de asociaciones, en la armonía con la que hilvana el relato en torno a la confidencia, a la reflexión, al oficio de testigo de hechos y personas que merecen, por motivos personalísimos, el homenaje de su escritura.

Todas las almas” es un paseo sin rumbo determinado por la ciudad de Oxford en el que Marías dirige nuestra mirada hacia sus gentes, hacia aquellas que conoció un profesor español que pasó dos años de su vida en esta peculiar población británica. Todo importa en su discurso repleto de digresiones, da igual que el recuerdo del que parta sean bolsas de basura, libreros de viejo, o el encuentro no concluido con una desconocida en una estación de tren, el relato tiene el magnetismo de la confesión, el regusto de aquello que en realidad no es pero que se nos antoja como lo que en los propios términos del autor se recoge en el verbo inglés “to eavesdrop”: “escuchar indiscretamente, secretamente, furtivamente, con una escucha deliberada y no casual ni indeseada”. No es, pues, la historia de unos hechos sino las confidencias sobre un pasado que vuelve revestido por el ahora que actualmente somos. Es el testimonio de la huella que pervive de aquello que nos ocurrió, de aquello de lo que fuimos testigo o de aquello que nos contaron otros.

Se recuerda desde un presente no diferente en esencia al pasado ni al futuro pues “los tiempos nunca son muy distintos, aunque lo parezca”, en el que, o bien se han materializado, o bien hemos conseguido escapar de los fantasmas juveniles que poblaron nuestro por-venir, pero en el que con total seguridad se han instalado otros que ni siquiera habíamos llegado a imaginarnos; un presente más cercano a ese momento insoportable en el que “habrá que renunciar a todo”, en el que dejaremos de fantasear con lo que ha de venir, en el que las personas en las que podemos pensar han ido desapareciendo;

“No puedo permitirme disponer de todo mi tiempo y no tener en quién pensar, porque si lo hago, sino pienso en alguien sino sólo en las cosas, si no vivo mi estancia y mi vida en el conflicto con alguien o en su previsión o anticipación, acabaré no pensando en nada, desinteresado de cuanto me rodea y también de cuanto pueda provenir de mí.”

un presente en el que se piensa y se recuerda con una sospechosa densidad de detalles en...

“nuestros hombres y en nuestras mujeres, en los que ya han sido nuestros o lo podrían ser, en los que ya conocemos y en los que nunca conoceremos, en los que fueron jóvenes y en los que lo serán, en los que han estado ya en nuestras camas y en los que nunca pasarán por ellas”

un presente construido desde el pasado pero también desde la “negra espalda del tiempo”, lo no ocurrido, lo que nos aguarda, lo que ni siquiera llegará a acontecer, el pasado como futuro y el futuro como pasado;

“miré abiertamente al rostro de Clare Bayes y, sin conocerla, la vi como alguien que pertenecía ya a mi pasado. Quiero decir como alguien que ya no era de mi presente, como alguien que nos interesó enormemente y dejó de interesarnos o que ya ha muerto, como alguien que fue o a quien un día ya antiguo condenamos a haber sido, tal vez porque ese alguien nos había condenado a nosotros a dejar de ser mucho antes.”

Así es el paseo al que nos invita Marías, y si todo lo dicho puede dar una impresión de pesadez, de gris y sobada trascendencia, nada más lejos de la realidad. El tono es de una elegante ligereza, de una engañosa frivolidad; el relato, repleto de ironía y humor, es una sabia mezcla de reflexión y anécdota, y en él pueden encontrarse momentos de gran comicidad como aquel en el que se describe minuciosamente y con grandes dosis de mala leche el transcurso de una “high table” o cena de gala que periódicamente organizan los colleges de Oxford.

Javier Marías se ha convertido ya en uno de esos autores que consiguen que la literatura siga siendo para mí, al igual que la vida continúa siendo para uno de sus ancianos personajes, un mundo en el que “sigo queriendo más: lo quiero todo; y lo que me hace levantarme por las mañanas sigue siendo la espera de lo que está por llegar y no se anuncia.”
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