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Hoy, más que hacer una reseña de una obra de la que me siento incapaz (no sabría explicar demasiado bien de qué trata), quisiera explicar el sentimiento que ha provocado en mí su lectura. Nunca había leído nada de Javier Marías. Reconozco que soy de los que se ha sumado al carro de su fallecimiento para acercarme a leerlo, como si mientras estuviera vivo siempre tendría tiempo de hacerlo. La primera reflexión que se me ha venido a la cabeza, es la de cómo he podido vivir estos últimos 30 años sin haber leído esta obra que estaba ahí, escrita y esperando a ser leída. Y me ha entrado la angustia al pensar, en la cantidad de historias que me he perdido y perderé, pues desgraciadamente todos tenemos un tiempo limitado y finito para aprender y averiguar solo un pequeño puñado de cosas, quedándose en una lista interminable de libros pendientes, que crecerá y crecerá exponencialmente con el tiempo, y me será imposible descubrir y conocer las miles de historias que aún tengo por descubrir y que no conoceré jamás. Me alegro muchísimo de haberme decidido a leer esta novela. Conocer la belleza con la que está escrita, inventada, creada y desarrollada por un autor que desgraciadamente no volverá jamás a sorprendernos con nuevas historias. Javier, aunque ahora ya es demasiado tarde, gracias. Encantado de haberte conocido por fin. |
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