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He tenido ocasión de leerme un libro y medio de Ana María Matute y puedo decir que, para mí, hay dos clases de autoras: La Ana María que me enamoró con "Paraíso inhabitado", un libro absolutamente delicioso, cuyo lenguaje sencillo, cálido, sincero y casi etéreo me sobrecogió, hasta el punto de llorar de profundidad ante ciertos pasajes. Y luego está la Ana María que, como en el libro que nos ocupa, parece que pretenda bombardearnos con una verborrea tan complicada, tan repetitiva, tan innecesariamente detallista en ciertos aspectos... todas esas letras, sin término medio ni fin, parecen tan egocéntricas que, al menos a mí, ha conseguido saturarme y aborrecer su lectura. Bueno, "Paraíso inhabitado" es posterior a éste. Hay una cambio tan radical entre uno y otro que se me ocurre que quizá la experiencia de la vida te hizo ver que en lo sencillo se halla la auténtica riqueza. |
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