Hierro fumando

Deja que coja papel y lápiz, ya que prefiero el sonido de la mina surcando el océano del papel que el de las teclas martilleando, y te haga un retrato de este libro, que a su vez es un retrato magnífico de la vida del poeta José Hierro, quien dejó poemas envueltos en humo de cigarro y dibujos con aroma a café. No encuentro el modo de empezar y hago borrones como nubes de tormenta.
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¿Y qué hay debajo del borrón? Puede haber un sentimiento mal expresado, una palabra equivocada, una verdad que sale desbocada y que el autor decide embridar. El trazo de los tachones desprende la rabia de verse demasiado reflejado en el papel o la de no encontrar el prisma adecuado.
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Al inicio de este libro, Jesús Marchamalo cuenta cómo Hierro escribía en el bar de debajo de su casa, gastando hojas y hojas, y me pregunto qué palabras hundiría bajo la maraña de líneas, cuánto trabajo le llevaría encontrar esa voz, la que hace rechinar la copa y esfumarse el humo del cigarro.
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Marchamalo con la palabra y Santos con la ilustración nos relatan, magistral y brevemente, la biografía de Hierro, ganador del Premio Nacional de Poesía en 1952 o del Cervantes en 1998, entre otros. En su vida, como en la de tantas personas, dejó la guerra civil una honda muesca tal vez remendada con amor, generosidad y trabajo.
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Tanto las ilustraciones como el texto de este libro de 50 páginas son un auténtico regalo para el lector, que se suma a los retratos de otros autores que ya ha editado Nórdica: los de Woolf, Delibes, Zweig, Baroja, Blixen, Kafka y Pessoa.
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Remato estas líneas cuyo inicio ha sido un cabo resbaladizo del que no conseguía tirar. No es fácil vestir una opinión con capas para que quede presentable, pero a veces es suficiente con quedarse con lo básico: esto es un bocado exquisito de literatura, una delicia.
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