Los colores del acero

Kenji pasa sus días entre la universidad y las visitas que realiza cada tarde al hospital donde su hermana Xun está ingresada. Xun, lleva en coma mucho tiempo y, de alguna manera su hermano se siente responsable. Un día, Kenji descubre que puede entrar en los sueños de su hermana, y que quizás exista una manera de salvarla del estado en que se encuentra, y devolverle esa vida que se le escapa poco a poco. Sin embargo, este onírico mundo entraña muchos más secretos y peligros de los que Kenji espera.

Lo primero que me ha gustado de la novela es descubrir ese toque a Murakami sobre mundos paralelos, el onírico y el real, y como poco a poco se van mezclando e incluso dudas de que es real y que no. Y no menciono a Murakami porque sea el único que lo haga, sino porque realmente se nota el homenaje. Además, el autor lo cita al inicio del libro, y por si fuera poco, sus protagonistas mencionan su obra a lo largo de la historia. He descubierto algunos detallitos muy interesantes, como que Murakami ha traducido al japonés historias de Ursula K. le Guin. Una mezcla maravillosa como pocas.

No me esperaba que el mundo onírico tuviera ese toque tan fantástico, con criaturas y magia, incluso toquesillos de algunas leyendas. Realmente es una parte que he disfrutado mucho, y al acabar el libro he deseado que se hubiera centrado más en esas escenas que, al final, se me han hecho bastante breves. A ratos te da la sensación de que estás leyendo una fábula con mundos fantásticos y seres mitológicos, disfrutándose mucho el choque con la parte más real.

Para mí, el problema que tiene el libro es que es muy corto, demasiado. Apenas dura unas ciento veinte páginas, y esto ha conseguido que se me quede algo cojito. Y es una pena porque la trama me estaba gustando muchísimo. Constantemente tenía la sensación de que le faltaban escenas o más desarrollo en los personajes y en la misma trama. Si hubiera sentido un poco más ese desarrollo, acompañado de una duración que permitiera asentar mejor la historia, me hubiera gustado mucho más, porque realmente había donde rascar. Me intriga que más puede escribir el autor.