(...) no había llegado a desarrollar lo que su padre llamaba «la agudeza cortesana», es decir, según Federico, su hijo se sentía deslumbrado por la opulencia de la Corte, pero no demostraba valía para los ardides que en ella se urdían.
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(...) no había llegado a desarrollar lo que su padre llamaba «la agudeza cortesana», es decir, según Federico, su hijo se sentía deslumbrado por la opulencia de la Corte, pero no demostraba valía para los ardides que en ella se urdían.
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“No luchéis por mí, ni por vuestros reyes, luchad por vuestros hijos, por su derecho a la vida.”
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«La vida y la muerte, unos deben morir para que otros puedan continuar vivos», pensó
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La venganza era un arma poderosa, capaz de mover voluntades, y de hacer fuerte al débil.
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Se devanaba los sesos intentando descubrir a qué mal conocido se podían achacar los síntomas que se habían hecho patentes desde que la reina cayó enferma, sin darse cuenta que se trataba posiblemente del más antiguo de ellos, la codicia.
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Apenas tenían posesiones, tan solo lo más básico para cubrir sus necesidades, pero siempre tenían una sonrisa en el semblante y se acariciaban, abrazaban y besaban a cada instante, reforzando así sus vínculos y la estrecha confianza que existía entre todo ellos. Es una forma de entender la vida tan natural, que lo superfluo no tenía cabida en ellas.
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—Lucas, el miedo ante lo desconocido es bueno, incluso necesario, es lo que nos mantiene alerta. En cambio, el exceso de confianza, mata.
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La vida y la muerte, unos deben morir para que otros puedan continuar vivos.
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"Cuando las heridas son tan profundas, nunca terminan de cicatrizarse, de manera que los nuevos golpes ahondan incluso más en ellas evitando que dejen de sangrar" (cap. X pág. 101)
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—Creo que al que venga la muerte de sus progenitores no se le puede llamar asesino, si acaso, justiciero —afirmó el más joven.
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¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?