Viajando con Alejandro Magno, hoy en día

La protagonista relata su viaje, con pretensiones de imitar el que tiempo atrás llevara a cabo Alejandro Magno para conquistar la Europa oriental, a través de países como Egipto o Grecia. La narración combina apuntes históricos de la vida del conquistador, que sirve como ejemplo y a la vez es cuestionado por sus actos tachables de genocidio, con otros aspectos de su viaje.
La obra tiene innumerables errores ortográficos y, sobre todo, de puntuación. Las comas están situadas, semeja, azarosamente, lo que dificulta la lectura.
También la edición del libro es mejorable, puesto que las líneas están justificadas y no separadas por guiones, lo que ocasiona diferentes tamaños de espacios entre palabras dependiendo de la línea, quedando algunas con un espacio muy reducido entre palabras mientras otras multiplican ese tamaño.
Con respecto a lo que es propiamente dicho el contenido de la novela, el viaje de la protagonista resulta soporífero, pues no aporta nada nuevo o curioso, al menos nada mejor que lo que cualquiera podría recoger en un diario.
Los apuntes históricos no dejan de resultar interesantes, bien podrían ocupar todo el espacio, ya que son lo único salvable de la obra.
No recomiendo en absoluto esta lectura, y menos hasta que sea revisada y corregida.

Algo se oculta en la figura de Alejandro Magno que a lo largo de los siglos ha conseguido fascinar a las culturas de Oriente y Occidente. Quizás en su historia se enlacen elementos compartidos con tantos cuentos y leyendas a lo largo del mundo, como los del joven héroe rey, los reinos perdidos o el descubrimiento de los confines del mundo. En mi opinión, no obstante, la auténtica razón que convierte a Alejandro en un refefente inmortal de cualquier época y cultura no es otro que el viaje mismo.

¿Pero por qué negarnos a soñar, si los libros nos dan alas?