Un día le pregunté a mi padre que para qué habíamos venido desde Tobal si seguíamos igual de pobres. ¿Y sabes lo que me contestó?: que al menos aquí no nos moríamos de hambre, que ya se le habían muerto allí dos hijos bien pequeños y que no quería que me pasara lo mismo. Ya ves qué vida, ¡Jesús!
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