Yo, precario

Yo, precario es la crónica de un momento terrible y crucial de la historia de España: la de los jóvenes que, tras explotar la crisis del 2008, se vieron obligados a sobrevivir con el trabajo que se les presentase. Yo por esa época era una adolescente, pero recuerdo ver a conocidos y familiares sufrir por sobrevivir, luchar con uñas y garras por salir adelante. Y como lo recuerdo muy vívidamente (en aquel 2012 en el que comienza la novela yo tenía 17 añitos y comenzaba a darme cuenta de las cosas que pasaban a mi alrededor), no he podido evitar sentirme parte de la historia.

Quizá por eso es por lo que esta novela me ha llegado tan al fondo. Porque he hecho un viaje en el tiempo, sí, pero también porque me he dado cuenta de que la juventud actual seguimos en un pozo de mierda. Menos profundo, pero pozo igual.

Javier nos ofrece una novela corta con capítulos que se beben en nada y una pluma natural repleta de ironía y ternura. Se divide en distintas partes, cada una dedicada a uno de esos trabajos precarios que tuvo que sufrir en la época que he mencionado. Y es que tras esa manera de narrar, tan natural y divertida, nos deja ver verdades como puños. Verdades duras y pesadas como losas. de las que duelen.

Este relato tan costumbrista nos habla de las consecuencias de la crisis y la precariedad. El cómo te envejece de golpe, el cómo el mundo laboral te absorbe hasta que ya no eres tú, sino un muñeco en forma de chocolatina que solo puede poner una cara sonriente mientras por dentro el traje le destroza la espalda.

Habla de cómo la competitividad laboral te envenena el alma, de cómo terminas vendiendo tus principios y tu dignidad. Es horrible, es indignante, y te enfadas e incluso piensas “no puede ser tan malo”. Pero es así, porque el sistema absorbe.

Pero entonces, ¿qué hacemos? ¿Hay escapatoria? ¿Podemos ser mejores? ¿Podemos luchar? Y es que en estas preguntas está lo importante de este relato, porque el autor siempre nos deja claro un mensaje: que sí, que se puede seguir luchando. Que sobreviviremos. Que lo hagamos lo mejor que podamos. Que nunca perdamos la empatía por el trabajador prójimo, por el precario prójimo.

Y es en este punto en el que agradezco el calor que me ha dado leer esta historia, la comprensión que he sentido como lectora. Por eso he dicho que no es solo una crónica de la historia de España. Porque, tal y como dice Javier, yo también tengo casi 30 años y siento que me han robado la esencia. Y es este puntito de comprensión lo que me da cierta paz mental. Igual soy muy intensa, yo que sé.

Te lo recomiendo si quieres hacer un viaje al pasado, a los años de la crisis, pero también leer algo de actualidad. Y te lo recomiendo si, como yo, estás en los 20-30 años y no tienes aún nada claro. Porque, chicas y chicos, no estamos solos, ni lo estaremos.

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