Esperada segunda parte de «Si el tiempo no existiera», historia que me encantó. Esta no ha sido menos, con la diferencia de que aquí se desvelan muchos misterios y se dan explicaciones a muchas cosas. Blanca y Sam han aterrizado en el s. II, una época bastante convulsa en la que los romanos están intentando echar a los oriundos de la zona a toda costa. Solos y perdidos, encontrarán una inesperada ayuda y con ello se demuestra la que, sea cual sea el tiempo en el que se estén, todo sucede por algo y los destinos y las vidas de las personas están conectados más allá de lo que es imaginable. Creo que podría dividir el libro en tres partes bien diferenciadas pero que se van dando a la vez: por un lado, los protagonistas nos van desnudando su alma, haciéndonos partícipes de sus miedos, pensamientos y recuerdos; esto último nos permitirá viajar al pasado o al futuro, dependiendo de quien sea el narrador. Veremos como han sido sus vidas y cuales son los retos a los que se enfrentan en la actualidad, el desafío que suponen y cómo se enfrentan a ellos. Verán como su carácter ha de moldearse a las circunstancias o se quedarán por el camino. Otra parte que he visto son las profusas descripciones de una gran ambientación histórica llena de tradiciones y costumbres, de ritos y leyendas que se tejen alrededor de Blanca, dando significado a lo que ocurre. Por último, tendríamos el tema de la conquista romana y lo que eso conlleva de intrigas, engaños y traiciones tanto entre pueblos enemigos como entre los que se supone que son hermanos. En resumen, una libro que aborda diferentes frentes y los sabe ir uniendo para dar forma a una narración que se bebe. Ni que decir tiene que tengo muchas ganas de seguir leyendo sobre los protagonistas. |