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Crítica de GemaMG


GemaMG
21 September 2020
¿Cómo catalogar esta novela? ¿Cómo circunscribirla a un género determinado?
Difícil, muy difícil.
Si tuviera que asignarle un género seria tal vez la novela realista, en su acepción más concreta.
La sinopsis está clara, no hay más que leerla, la historia se centra en un lugar y en una vida que tiene mucho que ver con ese lugar, con ese paisaje y con ese tiempo.
Es una novela que habla de odios enconados, de rencores ancestrales que van pasando de generación en generación, sin que nadie sepa el origen cierto de la inquina. Basados en verdades crecidas a la luz de las supersticiones, a la sombra de nuestra necesidad de buscar culpables en los males que nos aquejan, en la, a veces simple, necesidad de odiar.
Una novela que bucea en esa forma de vida basada en el recelo y la sospecha, una forma de vida, la única conocida para los habitantes de este lugar situado en la mal llamada "España profunda" pero que choca frontalmente con las ideas del que llega de fuera, del que no ha mamado los miedos o el encono, del que no tiene oscuros secretos, del que no tiene muertos enterrados bajo capas de medias verdades, cuando no claras mentiras que todos intuyen, pero que ninguno sabe con certeza, por su propio bien, porque no destapar las falacias del vecino, impide, a veces, a pesar de los pesares, que este desentierre también las nuestras, escondidas incluso a nosotros mismos detrás de mentiras piadosas de esas historias que contamos para maquillar una verdad oscura, para evitárnosla incluso a nosotros mismos.
Enrique narra con una prosa nítida y directa, plagada de refranes, una historia asfixiante, claustrofóbica… una historia que te obliga a contener la respiración, que te mantiene en tensión hasta la última página, porque Somino es una olla a presión de la que intuyes puede explotar en cualquier momento y lo esperas, con angustia y también, porque no decirlo, con anhelo, porque necesitamos que pase algo que ponga fin a esas miradas aviesas, a esas cortinas que mueve quien mira sin querer que le miren, porque necesitamos que salgan a la luz los secretos que se guardan celosamente bajo capas de mentiras.
Y en eso de ocultar el autor es un maestro, porque al cerrar la última página aun quedan preguntas sin respuestas, incógnitas con repuestas opuestas según quien cuente la historia, porque al final, como en la vida, la realidad no es objetiva, la verdad es para cada uno de nosotros lo que vivimos y como lo vivimos.
He disfrutado de una novela distinta, una novela que me ha transportado a mis lecturas de antaño, a “El camino”, a “La sombra del ciprés es alargada”, a los “Santos Inocentes”… tal vez por ese paisaje rural, tal vez por esos personajes que se reconocen más por esos motes que los definen que por el nombre que les fue impuesto en la pila bautismal, tal vez porque ha hecho aflorar en mi tantos sentimientos como aquellas historias de Don Miguel, tal vez porque me ha gustado tanto como aquellas grandísimas novelas.
Ha sido una gran lectura, ha sido un placer conocer a un maravilloso elenco de personajes y ha sido una grata sorpresa y el colofón para ganarme, esa referencia a Don Pedro Laroque en esa nubosidad variable que cierra el capítulo de agradecimientos que no suelo leer en los libros y que en este caso hubiera supuesto la pérdida de una gran sonrisa provocada por el recuerdo de Sofía y de Mariana y por ese homenaje a otra de las grandes, a mi autora favorita, a una de las mejores de la literatura española, a Carmen Martin Gaite.
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