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Mary es una adolescente analfabeta obligada a abandonar la granja familiar para trabajar en casa del párroco del pueblo, cuya esposa está enferma. Este es el punto de partida de “Del color de la leche”, pequeña novela que leí hace semanas y no me puedo quitar de la cabeza. El gran motivo de esta pequeña obsesión literaria es la arrolladora voz narradora de Mary, que no para de repetir, orgullosa, que está escribiendo este relato de su puño y letra. Estamos en la Inglaterra del siglo XIX, y las mujeres no solían gozar de una educación reglada. Mucho menos en el caso de nacer en el seno de una familia de recursos limitados, ya que las hijas se convertían en mano de obra y en objeto de intercambio. Por eso es tan importante para Mary haber aprendido a escribir. Es la única manera de adueñarse de su historia, contarla a su modo, en lugar de dejar que otros la cuenten por ella. Mary, pese a no poseer cultura, se revela como una persona sabia, de ideas claras, tenaz y madura. Siempre dice lo que piensa, sin paños calientes. La manera en que se relaciona con los demás está basada en la honestidad y la cercanía, pero si hay dos lazos que destacan, son el que la une a su querido abuelo y el que crea con la señora a la que cuida. La única tacha que puedo ponerle al libro es que se me hizo previsible el giro final, pero creo que es lo de menos, porque de lo que aquí se trata es de realizar un hermoso alegato sobre la escritura como instrumento de emancipación. Un recordatorio de que cualquier persona, sea cual sea su origen social, puede desarrollar aptitudes y talentos si se le brinda la oportunidad. Esto no significa que Leyshon haya escrito un libro idealista. Es un libro crudo, que refleja injusticias y violencias ejercidas por razón de género y clase, pero nuestra protagonista, pese a sufrir diversas opresiones, nunca pierde su fortaleza, dignidad y ganas de aprender. Se ha convertido en uno de mis personajes literarios favoritos. Y estoy segura de que si leéis “Del color de la leche” os robará el corazón como hizo conmigo. |
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