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Crítica de Guille63


Guille63
08 March 2023
“Cada vez que abres una puerta te encuentras con alguien hecho pedazos.”

La novela me ha entusiasmado, me ha parecido estimulante, valiente, viva, inteligente y hermosa, también desconcertante, un profundo análisis del sentimiento de pesadumbre que sufre una mujer que no se conforma con el mundo que conoce, que no se resigna a ser la persona que es, que no soporta la impotencia de no poder mejorar ambos. Una mujer que no tolera a la gente que transige, que no se subleva, que se vende, “que no ha experimentado con su vida, que no ha puesto a prueba los límites”. Una mujer que no acepta que la única alternativa al sufrimiento sea no sentir nada en absoluto. Una mujer que ve como su hija no desea rebelarse contra nada.

“Tal vez valdría más que lo reconociéramos… que el gran sueño se ha desvanecido y que la verdad es otra, que nosotros ya no servimos para nada… Es casi arrogancia no ser capaces de decir eso.”

“Si la gente es capaz de imaginar algo, llega un momento en que lo consigue. —¿Se imaginan qué? —Lo que tú has dicho, bondad, caridad. El poner fin a la animalidad. —Y ahora, para nosotros, ¿qué hay? —Tenemos que conservar el sueño. Porque siempre habrá gente nueva, que no sufre de una parálisis de la voluntad.”

El torbellino de ideas, historias, conversaciones, monólogos, recuerdos, relatos, sueños, diseminados por una estructura fragmentaria de cuadernos que inútilmente quieren compartimentar lo indivisible nos sitúa directamente ante lo que podría ser una intensa catarsis durante una desgarradora sesión de psicoanálisis del tipo “Ahora, háblame de…”, y alguien empieza a “contar algo de…” pero se enreda con miles de otras cosas, mezclándolo todo, para al final confluir en lo que realmente duele, en las angustias, en las contradicciones personales, en las dudas e inseguridades. Un poderoso ejercicio de impudor que estoy seguro de que le hizo sentir más de una vez lo que a uno de los personajes su propio libro: “no puedo leer la novela sin sentir vergüenza, como si fuera desnuda por la calle.”

Como ese mismo personaje de su novela, también Doris Lessing se quejó en su día de lo poco que la habían entendido. Yo mismo no estoy seguro de haberlo hecho. Es tal la imagen que tenía de la autora que se me hizo muy difícil discernir entre lo que pueden ser opiniones que Lessing pone en boca de sus personajes y lo que posiblemente no sea más, ni menos, que un retrato de una cierta intelectualidad de la época y, más concretamente, de la parte femenina de esa intelectualidad.

La autora lamentó que su novela se hubiera interpretado como la lucha irreconciliable e irresoluble de sexos, pero, aunque la novela habla de muchas otras cosas — del colonialismo, del racismo, de la hipocresía social, (muchísimo) del comunismo, del estalinismo, de la estúpida, contraproducente, injusta y desalmada disciplina de los partidos comunistas de la época, de la caza de brujas maccarthista y de la traición de muchos, de la derrota de los ideales y de su abandono, de la literatura y los escritores, de la insatisfacción como fuente de inspiración para artistas y de energía para políticos, de la necesidad de ambos de intentar hacer surgir algo nuevo, de la pasión febril que impele a crear y sin la cual es imposible, del arte como fuga, como lucha y como algo insignificante frente a los horrores de este mundo, del psicoanálisis, de la maternidad… — se ganó a pulso su fama pues de nada habla más que de las relaciones entre hombres y mujeres y de la posición que ambos adoptan en torno a ellas. de hecho, la última parte del cuaderno azul y todo el cuaderno dorado es un auténtico combate a muerte entre un hombre y una mujer al borde de la locura.

“Un orgasmo vaginal es sólo emoción; nada más. Se experimenta como emoción y está expresado en sensaciones que no pueden distinguirse de las emociones… un orgasmo femenino de verdad, y es el que se produce cuando un hombre, movido por lo más profundo de su necesidad y deseo, toma a una mujer y exige que le corresponda.”

Sus opiniones sobre las relaciones hombre-mujer son miles, no pocas realmente sorprendentes, como la cita que antecede, aquí destaco algunas: las mujeres que no pueden conocer a un hombre sin pensar que quizás esté delante del hombre, el fastidio que le causa la cantidad de hombres brillantes que se casan con mujeres estúpidas, mujeres que construyen toda su felicidad o infelicidad en sus relaciones con los hombres o en la ausencia de ellas, mujeres que se odian por ello, hombres que lo quieren todo, pero sólo por el tiempo que lo necesitan, mujeres a las que les gusta ser maltratadas, hombres como perros siempre sedientos de sexo, mujeres que se castigan a sí mismas por no ceder ante los hombres que realmente desean, hombres que necesitan de mujeres sometidas y hombres que ya no pueden desear el sometimiento de las mujeres sin sentirse culpables, hombres que pueden ser felices con varias mujeres y mujeres que solo pueden ser felices con un hombre que las ame, mujeres que solo pueden tener orgasmos vaginales con ese hombre, hombres a los que les asustan las mujeres inteligentes, mujeres que, por ello, disimulan su inteligencia, hombres y mujeres que envidian a aquellos que se sienten a gusto con una vida convencional, mujeres que se desviven por su hijos, hombres que ven a sus hijos como sus herederos, sus asesinos, mujeres que solo tienen hijos porque quieren a un hombre, la mala influencia de los homosexuales, mujeres ancladas en una emoción que las puede volver resentidas, lesbianas o solitarias, hombres que organizan escenas histéricas típicamente femeninas, mujeres a las que los hombres les crean sus deseos y así se lo exigen, hombres y mujeres unidos por el vínculo más estrecho de todos, el sufrimiento que mutuamente se causan, mujeres que pretenden cambiar al hombre, hombres que esperan que las mujeres no lo hagan, hombres y mujeres que acaban siempre decepcionados…

“—Mi querida Julia, hemos escogido ser mujeres libres, y éste es el precio que debemos pagar. Eso es todo. —Libres —exclama Julia—. ¡Libres! ¿De qué sirve que nosotras seamos libres, si ellos no lo son? Te juro que cada uno de ellos, incluso el mejor, cree en la vieja idea de las buenas y las malas mujeres. —Y nosotras ¿qué? Nos llamamos libres, y la verdad es que ellos consiguen tener erecciones cuando están con una mujer que les importa un bledo, mientras que nosotras no podemos tener orgasmos si no les queremos. ¿Qué hay de libre en eso? —Pues has tenido más suerte que yo. Ayer lo pensaba: de los diez hombres con quienes me he acostado estos últimos cinco años, ocho han sido impotentes o padecían eyaculación precoz. Me he culpado a mí misma, claro, como hacemos siempre. ¿No es curioso que hagamos lo posible para echarnos la culpa de todo?”

Posiblemente su gran contribución al feminismo no fuera otra que escribir libre y sinceramente de todos estos temas, estuviera o no equivocada, mostrar sin pudor sus contradicciones, los deseos y sentimientos que ella misma consideraba inapropiados, tratar sobre temas que eran tabú, no solo para las mujeres, también para toda la sociedad de su época, demostrar su inteligencia y su genio incluso a contracorriente de los movimientos progresistas a los que se supone pertenecía, por lo que fue criticada y acusada de traidora, cuando, en realidad, todo ello es lo que hace que una democracia se mantenga viva, que una sociedad avance en libertad e igualdad, algo de lo que posiblemente ahora estemos más que faltos.

“Hay una gran montaña negra. Es la estupidez humana.”
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