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Con lo propensa que soy a dejarme embrujar, de nuevo he caído rendida ante el título de una novela. Es cierto que el título a menudo es un anticipo de lo que va a venir. En el caso de esta novela es el preludio de la historia de una familia de Alepo y las terribles consecuencias de la guerra civil. Afra es pintora. Es una artista que plasma el mundo que ve en fantásticos cuadros. Nuri, su marido, es apicultor. Su trabajo consiste en proteger a las abejas. Su mundo entero gira alrededor de su mujer, su hijo Sami y los colmenares en Alepo hasta que un día la guerra destruye todo lo que conocen y deben huir de su país. Nuri Ibrahim realiza la crónica de un viaje como refugiado sirio. Un periplo por mar y tierra hasta alcanzar tierras seguras y encontrar la paz que dejará atrás. Nuri narra en primera persona el recuerdo de su viaje de manera conmovedora, con una prosa pausada para ser leída sorbo a sorbo. Cada capítulo se inicia en el presente pero el recuerdo de Nuri se dibuja a mitad de cada capítulo reviviendo imágenes angustiosas a modo de fashbacks o retrocesos en el tiempo. Decidí no darme prisa por terminar esta novela. Me tomé mi tiempo para leerla, absorbiendo cada palabra y cada instante dejando que la historia calase en mí. Es una historia que te marca. Una historia que contiene trazas de una tristeza tan profunda como el mar que los protagonistas tienen que atravesar. Según iba leyendo me iba acordando de otras novelas como 'Cometas en el cielo' de Khaled Hosseini o 'La bastarda de Estambul' de Elif Shafak. Dos novelas muy recomendables y dos autores a tener en cuenta. No son historias sencillas de leer y menos de escribir, pero hay algo más en ellas que una novela para el simple entretenimiento. Existen novelas que nos dejan impotentes, sin palabras y estrangulan nuestro estómago. Son novelas que dejan huellas imborrables talladas en nuestro corazón. Y en este caso 'El apicultor de Alepo' es una novela preocupantemente realista y conmovedora. He tenido la osadía de hacer una comparación en esta lectura. Por un lado cuenta el trabajo como apicultor y cuidador de abejas de Nuri y por otro se habla de la situación dramática de los refugiados. Siendo dos cosas totalmente diferentes y sin aparente relación, llegué a la triste conclusión de que los hombres no trabajamos en comunidad como hacen las abejas. El ser humano con su afán individualista y su exacerbado sentido del egoísmo debería pararse a menudo y observar con detenimiento la estructura social de las abejas y aprender de ellas. Esta novela, ha sido una ventana casi fiel a la vida de los hombres y mujeres que tuvieron y tiene que salir de su país en busca de una vida mejor. Enlace: https://www.yoleonovela.com/.. |
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