El desig segons Gilles Deleuze: 1

Comienzo con una atractiva y poderosa idea de Deleuze, que nos procura reflexión y pensamiento, sencillamente nos dice que lo verdaderamente difícil es desear. Pues vamos a ello.

Deleuze filósofo y profesor, profesor y filósofo, dio clases magistrales en la Universidad, su aula era la más deseada, analizada, comentada, promoviendo conceptos absolutamente novedosos.

La puerta de su aula permanecía abierta, no se limitaba siquiera el control de acceso. El suelo del aula aparecía alfombrado de alumnos.

Gritará claro y fuerte, aunque sin señal de desgarro en la voz, que el estudio y su hijo predilecto, el conocimiento, permitirá cumplir el deseo de conocernos no solo a nosotros mismos, sino al mundo en el que dejamos a diario nuestras huellas.

Deleuze nos advierte: “La filosofía no es una contemplación, ni una reflexión, ni comunicación, es actividad que crea conceptos". Y sigue en su propuesta “la filosofía no es interdisciplinar, es en sí misma disciplina”.

Deleuze tiene como función destacada crear conceptos, al igual que ya lo hiciera Spinoza.

Filosofía, ciencia, arte en general, literatura, etc. son constantes humanas que surgen de la oscura caverna primitiva con ansias de alejarse de ella, para calmar la angustia existencial.

Recogerá todos estos elementos y muchos más, para armar nuevas propuestas. Podemos afirmar que la filosofía de Deleuze, en general y en sus brillantes conceptos, es contemporánea y de vigente actualidad.
Buscó la colaboración del psicoanalista Félix Guattari, y juntos publicaron “El Anti-edipo”, “ Mil mesetas” y algún otro.

Deleuze fue una gigantesca pasión que nos hizo soñar con la posibilidad de acercarnos al conocimiento, nos persuadió con la idea de que la filosofía era ideal para el profano, nos despojó del atávico temor a enfrentarnos a palabras, a ideas, a postulados y conceptos nuevos, es decir, a la filosofía.

La base centro desde la que hervía la exigencia, la creación, la idea y el saber era la propia aula. El producto final sería la no remota posibilidad de haber dado con la cuestión en sí, de haberle incorporado fondo y forma.

Prepara a sus alumnos para que sepan dirigir miradas que deseen tocar y capturar, los capacita para que junto a él, disfruten de los incesantes e imprescindibles viajes de ida y vuelta, en visita obligada a la filosofía universal.

Deleuze quiere y nos lo cuenta en “El deseo” que es conveniente alejar lo caducado, lo que vive sin sustancia, lo itinerante por falso, lo no revisado, lo que alimenta sin piedad el manantial de lo seco.

Insiste en la idea revolucionaria de que nuestro vacío existencial parte, crece y se desarrolla si su nutriente fundamental es la ignorancia.

Insistirá todavía más Deleuze, en la importancia de atender a la biografía y a la genealogía para comprender que sin el abrazo apasionado de la rebeldía, no hay aspiración a la sabiduría.

No habría que dejar pasar la idea de rizoma de Deleuze.
Si la teoría psicoanalítica pertenece a la idea del árbol y la fijación de sus raíces al suelo, como una foto de familia, caracterizando su inmovilidad y falta de contacto con los demás árboles, el rizoma vegetal al que alude Deleuze es calificado por él mismo, como modelo gozoso por saberse conectar y crecer no limitadamente hacia arriba sino ocupando todo el suelo.

Nos cuenta como verdad histórica y emancipadora el impulso de atreverse, del atrevimiento que ofrezca espacio suficiente a lo tremendamente nuevo, que nos permita vislumbrar lo antes solo soñado.

La importancia vital con que en la obra aparece el arte en general y quizá , en particular, la música y la pintura, nos impulsa contra lo vulgar y el aburrimiento.

Las ilustraciones que aparecen a lo largo de la obra son reflexiones directas, luces visuales de enorme consistencia. No solo son hermosas sino que aportan jugoso contenido.

Leer a Deleuze es atrevernos a tomar impulso.