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Crítica de Elena14


Elena14
07 March 2024
Es un libro demasiado largo para basarse en una premisa errónea: la existencia de la magia de plata y traducción no puede ocurrir y que nuestro mundo y la historia sea completamente igual. Las lenguas son algo que evolucionan mucho más que el protagonista, que tiene la personalidad de una piedra, y les lleva años y eso acaba construyendo las sociedades con una retroalimentación que es muy compleja y rica. Por eso al leerlo he sentido que era una americana explicándome la historia europea sin entender por qué todo el mundo odia Francia e Inglaterra y que a los españoles nos consideran unos vagos. No solo es que los países europeos que no sean una isla colonialista no tengan poder ni presencia cuando la riqueza del XIX es inmensa, aunque terrible muchas veces, sigue siendo un pilar que ordena con mucha fuera nuestro mundo dos siglos después, es que todo se derrumba porque los romanos no habrían tomado muchas de las decisiones que tomaron si la diferencia entre lenguas era lo que los hacía más fuertes.
¿Por qué cae por ejemplo el Imperio Español si tenía en la misma península el euskera para fortalecer su magia de plata, "robada (palabras de la autora) de Hispanoamérica? Además, son numerosas las gramáticas sobre las lenguas anteriores a la presencia española en el continente americano que recopilaron los españoles, una actitud ajena al tratamiento que los ingleses daban a sus colonias y que los haría casi imparables. No se puede juzgar todo el tratamiento internacional por lo que la autora cree que hicieron los ingleses, simples racistas sin más, sin matices porque los malos son malos y muy malos, como si no hubiera todo un sistema capitalista detrás. Para ser un ambiente académico, no me ha dado la sensación de que la autora reflejase de manera adecuada el funcionamiento de la opresión de las colonias más allá del racismo tan violento que sufren (violento no por fuerza, sino porque te lo tiran a la cara para que no tengas dudas de qué y cómo tienes que pensar). Hasta los propios babeles son unos clasistas con los obreros en sus manifestaciones, a los que acaban usando y creando una especie de revolución que ni la francesa de 1789, ya ni hablemos de las que sí ocurrieron en el XIX.
Por si fuera poco, China es la parte buena de la historia, como si no hubiera sido un Estado donde la belleza de la mujer se basaba en gran medida en convertir a las niñas en tullidas hasta que lograsen un pie de 7 cm (ya ni hablamos que no es un narco Estado, como dice Kuang que querían los ingleses construir allí, puesto que ni sabe lo qué es un Estado ni que el verdadero narco Estado habría sido la India, que era donde las tierras de cultivo se robaban para plantar el opio que hacía tanto daño a los de siempre, los pobres, mientras beneficiaba a los también siempre culpables de todo). En esta construcción simplista de buenos y malos se pierden los matices de las guerras del opio y por qué China, un país con tanta población y de gran poder a lo largo de la historia, el único que puede ser comprendido como un verdadero Estado durante miles de años, perdió contra una panda de piratas con un clima asqueroso como son los ingleses. Ni siquiera hace hincapié en la opresión que reconoce como es el machismo que Victoire y Leti sufren en toda la novela, que no pueden ser mujeres en este mundo. Eso sería reconocer que los ingleses, unas personas asquerosas y unos de los mayores culpables de los males que plagan ahora y entonces el mundo, no son los únicos malos y eso podría ser negativo para el martillo neumático con el que la autora te critica un racismo exagerado y no del todo correspondiente a la época, pero que en realidad lo único que hace es machacarte la cabeza como sepas lo más mínimo de política, colonialismo o de la época.
Por si fuera poco, los personajes refuerzan esta mala construcción de dos maneras: no teniendo personalidad, no vaya a ser que se salgan del sermón, y todo para interpretar un papel que viene marcado por su color de piel (no sonará eso como racista ni nada). Si no eres blanco, sufres mucho, pese a tener una educación pagada y una beca que recuerda a los alumnos de la Ivy League viviendo casi en mansiones, y te quejas del trato que te ha colocado en una de la posiciones más altas de la sociedad porque la autora no reconoce matices sociales y vas a estar más oprimido que el lechero que no sabe leer, engañado por el casero y que morirá a los 50 porque no puede pagarse ni el médico ni las medicinas que lo salvarían de una infección menor. Ahora bien, si eres blanco, tienes una personalidad insufrible, no tienes empatía, no ves el maltrato que sufre nadie más que tú, que solo te quejas de cosas superficiales como ser acusada de asesinato y tu mera presencia permite y exagera el sufrimiento de los que tienen una piel que no sea blanco nuclear.
¿Hay que criticar el colonialismo, el racismo que le va asociado, el capitalismo y el patriarcado? Sí, pero todas las decisiones que se toman en el libro van en la dirección equivocada, desde que Robin nunca tenga realmente la opción de no querer resistirse hasta ese final apresurado que se lee con incredulidad. El libro no se sostiene por su premisa porque desconoce el pasado en el que se fundamenta, como si todo lo que ocurre no estuviera influenciado por algo tan remoto como una sequía que pudo haber afectado a Inglaterra siglos atrás, pero es que no se construye con las herramientas teóricas ni literarias correctas.
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