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He empezado a escribir esta reseña unas cuantas veces, pero nunca acababa de convencerme. La mayoría de las veces empezaba contando que no se parece a lo que suelo leer, pero ¿qué suelo leer? Lo cierto es que este año leo bastante variado y eso me gusta porque he disfrutado joyas que me habría perdido como esta que os traigo. El libro está clasificado como juvenil y, el día que cumplía 41 años, el encargado le pidió a una de las dependientas que me trajese un libro de esa sección. Creo que por mucho que los 40 sean los nuevos 30, no están dentro de lo considerado juvenil 🙊 Pero aquí estoy yo, la fan n°2 de Stephen King, una lectora que disfruta de la buena novela negra como la que más pero que también tiene alma histórica con su primera reseña de un libro juvenil que le ha llenado como pocos en mucho tiempo... ¿Que tiene un poquito de fantasía? Cierto, pero es tan miniwini que no te extraña. Lo importante no es que los niños tengan poderes mágicos, lo realmente importante son ellos... Si entre estos niños en vez de encontrarse el hijo de Lucifer, estuviese el hijo del cuarto mono, el mensaje sería el mismo. Porque si de algo está lleno este libro es de buenos mensajes. Es un libro cuyos personajes no te dejan indiferente. Que te llenan el corazón llevándote de la lagrima emotiva a la carcajada. Que te hacen reflexionar sobre lo que dejamos escapar por darle demasiada importancia a cosas que no la tienen. Que te recuerdan que no hay nada como la inocencia de un niño para saber apreciar lo que de verdad importa... ¿A quién se lo recomendaría? A todo el mundo. Aunque más especialmente a dos personas muy diferentes y a la vez parecidas: a aquellas que no se detienen a disfrutar las pequeñas alegrías de la vida y a aquellas que lo hacen. Es decir, a los que se han olvidado del niño que fueron y a quienes lo tienen muy presente😍 |
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