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Al principio temía que fuese demasiado juvenil o infantil para mí, pero lo cierto es que lo he disfrutado muchísimo. Es cozy, agradable, con golpes de humor (a veces un poco negro) y a la vez tiene momentos inquietantes y oscuros. Así que el equilibrio me pareció perfecto. Está lleno de aventuras, misterio y, por supuesto, muchas lecciones sobre panadería. Por otro lado, me han encantado los personajes. Especialmente Mona, la protagonista, una adolescente que en ningún momento busca la gloria, ser la elegida o vivir aventuras, solo quiere que la dejen trabajar tranquila en la panadería y no encontrarse cadáveres. Y se mantiene en esa línea durante todo el libro, lo que hace que sea un personaje coherente y para nada insoportable. Creo que es fácil empatizar con ella. Si al final decide seguir adelante y no rendirse es porque ve que, como ella no haga algo, nadie más va a hacer nada, así que se resigna e intenta hacerlo lo mejor posible. Además dice en voz alta cosas que probablemente te hayas preguntado en muchos libros de fantasía juvenil: ¿Por qué una cría tiene que hacer el trabajo de un adulto?¿Dónde narices se han metido los adultos?¿Algún adulto funcional en la sala? También he disfrutado mucho de los peculiares aliados con los que se va encontrando Mona a lo largo del libro, hombrecillos de jengibre incluidos. En definitiva es un libro que me ha gustado bastante y recomiendo si buscas una historia de fantasía juvenil amena y algo distinta. Espero poder leer pronto el de Ortiga y Hueso. |
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