El pasillo de la muerte

Escrito en primera persona desde el punto de vista de Paul Edgecomb, un funcionario de prisiones ya jubilado, que escribe desde un hogar de retiro, lo ocurrido en el corredor de la muerte cuando él era el jefe del bloque, donde esperan los presos su pena de muerte.
He conocido a personajes maravillosos, al hombre más grande que viera nunca, John Coffey, a Delacroix y otros que pasan por allí antes de llegar a la silla eléctrica, también a los guardias que trabajaron con él, unos mejores que otros. Pero, sobre todo, me quedo con Cascabel. Dicho por mí no es una gran sorpresa que me fije en el pequeño peludo, pero es que me temo que King sería la única persona en todo el planeta que podría hacer que mi madre le cogiera cariño a un ratón.
Es ficción, pero podría ser perfectamente un hecho real, salvo pequeños detalles, sirviendo de crítica a estas soluciones para acabar con el crimen y a la justicia que no lo es tanto para el que no tiene dinero, además de meter el dedo en el ojo de los enchufados que no valen para nada sin sus contactos.
La trama está muy bien escrita, los personajes principales son maravillosos y los secundarios aportan justo lo que tienen que aportar. La ambientación es perfecta, agobiante, sombría. Por si esto fuera poco, aquí nuestro genio se atreve a introducir gotitas de poderes sobrenaturales como aderezo, que además le dan mucho sentido a todo lo contado, por inexplicable que pueda parecer.
Hace mucho tiempo vi la película que se basa en esta novela, “La milla verde”, y aunque el libro, como es habitual, tiene mucha más miga, aún puedo recordar la mirada del actor que hacía de Coffey, incluso mientras estaba leyendo, volvía a mi mente esa imagen.
Esta es una historia que no deja indiferente a nadie, os lo aseguro, es una lectura más que recomendable para cualquiera.