Cementerio de animales

¿Sabéis esos libros que sientes que se van a quedar siempre contigo? ¿Que se quedan también con una parte de ti? Eso me ha pasado con este libro. Y es que, a pesar de ser una lectura conjunta planeada desde abril, siento que ha llegado en un momento de mi vida en el que la he vivido y sentido de una manera en la que no lo hubiese hecho en otro.

Cementerio de animales nos habla de la muerte y lo hace sin filtros. Sus páginas esconden frases tan reales que inevitablemente remueven por dentro y duelen. Me he sentido identificada con tantas de ellas que al final he optado por hacer algo que siempre dije que no haría: subrayar. Así de fuerte me ha calado.

Stephen King teje una trama alrededor de, como ya he dicho, la muerte, y de la imposibilidad de aceptarla. Es algo real, cotidiano, que nos llega a todos y no hace diferencias ni excepciones. Nos habla del vacío que deja en cada uno de nosotros y de cómo nos afecta psicológicamente. Todo ello lo hace con una ambientación perturbadora y escalofriante por momentos, con el cementerio de animales como escenario principal de la historia. King aprovecha también ciertas leyendas como la del Wendigo o los micmacs para dotarla de un halo sobrenatural que casa a la perfección con la trama.

Además es un maestro en la construcción de personajes, algo que ya pude apreciar en la anterior novela suya que leí. Cada uno de ellos está dotado de una profundidad que te hace conectar con ellos a poco que los conozcas. Y sufrir, sobre todo sufrir.

Un libro doloroso, sí, que cualquiera podría pensar que no me hubiese hecho bien en estos momentos, pero todo lo contrario. Creo que, sin saberlo, lo necesitaba, y cualquier cosa que diga se queda corta para expresar realmente lo que he sentido leyéndolo.