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Crítica de Guille63


Guille63
08 March 2023
“La cosa contra la que luchaba nunca podía considerarse definitivamente vencida. La única posibilidad era golpearla y golpearla, hasta que uno quedaba sin fuerzas y otro tenía que ocupar su lugar.”

La novela es una gran metáfora construida en torno a dos descomunales personajes y contada por un gigante.

El gigante es uno de los pacientes más antiguos del hospital psiquiátrico en el que se desarrolla la novela, “el jefe” Bromden, hijo mestizo de un antiguo jefe indio. Brondem es esquizofrénico y vive con el temor constante de que el «Tinglado» lo triture con su despiadada maquinaria. Para evitarlo, lleva años haciéndose pasar por sordomudo, lo que le sitúa en una privilegiada posición desde la que contarnos todo lo que pacientes y personal de la planta hacen y dicen sin tener en cuenta su presencia, y que él nos hace llegar con su visión lírica y alterada de la realidad que observa mediatizada por sus constantes alucinaciones y delirios.

“Nadie se queja de la niebla. Ahora ya sé por qué: aunque resulte molesta, permite hundirse en ella y sentirse seguro. Es lo que McMurphy no comprende, que queramos estar seguros. Sigue intentando hacernos salir de la niebla, ponernos al descubierto, donde sería fácil atraparnos.”

Todo ello confiere al relato un cierto tono de cuento de hadas en el que se narra el enfrentamiento entre dos fuertes voluntades, la de la maléfica bruja Enfermera jefe y la del valiente y pícaro Randle Patrick McMurphy, dos personajes que permanecerán en sus mentes para siempre.

“McMurphy lo ignora, pero está sobre la pista de lo que yo comprendí hace ya mucho tiempo, que no es únicamente cosa de la Gran Enfermera, sino que es todo el Tinglado, la gran fuerza reside en el Tinglado a nivel nacional, y la enfermera no es más que un oficial de alta graduación dentro del mismo.”

Esta lucha va a simbolizar el control que el «Tinglado», encarnado por la Gran Enfermera y sus secuaces y violentos enfermeros, es capaz de ejercer sobre las sociedades indolentes y conformistas, los pacientes, que prefieren la seguridad del control a la responsabilidad y la libertad de elegir y dirigir sus destinos, una metáfora sobre la capacidad manipuladora del «Tinglado» para hacerles olvidar incluso que están siendo controlados y hacerles creer que son ellos los que manejan el cotarro.

“Creo que no tienes una idea muy clara de cómo es el público, amigo; en este país, cuando algo no funciona, todos se inclinan por la solución más rápida.”

El problema con el relato aparece cuando la actual sensibilidad choca con ciertos clichés que en la novela son llamativos: las mujeres son putas, enfermeras represoras o madres castrantes, por un lado, y los pacientes son todos blancos, excepto “el jefe” Bromden, que es mestizo, mientras que los violentos guardias/enfermeros son negros, por el otro. Tampoco es un gran acierto por parte del autor presentar con tanta ligereza el delito sexual por el que McMurphy es condenado.

No he visto la película, lo haré en cuanto pueda, pero, por lo que he leído, parece que esta bascula más hacia la lucha de voluntades que hacia la metáfora sobre el poder, por lo que debo anunciarles a todos los que sí la hayan visto que tienen una razón poderosa para leer también la novela.
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