Una promesa audaz y mortal

El más flojito de los tres.
Me duele en el alma que sea así, porque le tengo muchísimo cariño a los personajes, pero es que hay que ser sinceros: esta tercera parte ha sido de bastante relleno.

Durante la primera mitad de la historia, no pasa nada interesante. Un cúmulo de capítulos en los que se narra la situación de los protagonistas (que no varía demasiado respecto al segundo libro) y una sensación de encontrarnos en un agujero de gusano del que no podemos salir. La historia da vueltas y más vueltas para rellenar contenido, pero suceder, lo que se dice suceder, no sucede nada.

Gracias a Dios, la segunda mitad remonta y ocurren cosas más interesantes. ¿Inesperadas? No demasiado, la verdad. Pero por lo menos la narración vuelve a recordar a los dos primeros libros y consigue engancharte.

En cuanto a los personajes, como ya he dicho, son la esencia de la historia. Todos y cada uno de ellos me parecen esenciales para darle forma a la historia y sigo en el team odio eterno a Rhen #sorrynotsorry. Lo que sí me ha ocurrido en este libro es que, en general, todos los personajes se han puesto de acuerdo para resultar pelín insoportables y hacer actuaciones propias de niños de tres años y medio. ¿Todos, eh? No uno, ni dos. Toditos, todos. Me han desquiciado un pelín, pero de todos modos, siguen siendo el motivo por el que recuerde esta trilogía con cariño.

En definitiva, creo que la trilogía merece una oportunidad y está bien. Sin lugar a dudas el segundo libro es el mejor. Este tercero podría no haber existido y todos tan contentos.