Donde todo brilla

He dudado respecto si subir la media estrella o bajarla y al final, debido a que el inicio y el final me gustaron, he decidido subirla, pero esta es una de esas ocasiones en las que me encantaría poder usar las medias estrellas en esta aplicación.

La historia comienza lenta, con el murmullo que producen las cosas brillantes, el sol que se desliza por un objeto metálico, la parsimonia de los días de verano, las risas de niños correteando por un jardín trasero, los insectos tostándose al sol, el olor de las briznas de hierba después de un largo y caluroso día. Es lento y espeso como la miel, se desliza por los días de la infancia de River y Nicky, dando paso a su adolescencia, todo ello con los traspiés de capítulos que danzan dando vueltas entre el presente y el pasado, el pasado antiguo y el que es un poco más cercano, una vorágine de hilos y retales que forman dos vidas tan intensamente unidas que no se sabe dónde comienza él y dónde termina ella. River y Nicky mejores amigos. Nicky y River inseparables. Él y ella, las dos caras de una misma moneda, tan distintos y tan complementarios.

Me encanta la paz que se respira en la primera mitad del libro, como un conjuro de los de Nicky, al menos, de su versión más inocente y real. Los pasos que van dando sus vidas, aunque él sea la criatura alocada que se perdería en un bosque y volvería semanas más tarde habiendo domado a los lobos más feroces y cabalgando sobre un oso de tres metros. Ella con su aire extravagante, con la magia que no es real y la que se imagina, con los ojos de una urraca, deseosos de aferrar algo brillante, algo nuevo, algo duradero.

Luego... luego pasa algo, unos instantes de falta de comunicación, de no decir las cosas adecuadas en el momento adecuado, de destruir con el silencio o las palabras mal escogidas. Y, a partir de ahí, pasan cosas. Cosas que rompen y arañan, cosas que se recrean en las grietas que han hecho, cosas que no tendrían que haber pasado de haber actuado de otra manera esos dos personajes, en esos segundos en los que todo queda al aire y las dudas resueltas.

La manera en la que se desenvuelve la segunda mitad es dolorosa y confusa, de esas que aferran el pecho y lo despedazan con saña. Y Alice lo trata como es, con crudeza, con realidad, con todos los puntos sobre las íes y el eco de lo que no es. Y luego termina, el desenlace llega tan esperado como predecible; y no puedo decir que no me haya gustado, tiene su toque muy Alice, pero... no tendría que haber pasado de esta manera si se hubiesen hablado las cosas. Hay casos de falta de comunicación que, aunque no me gusten, tiene contexto y tienen sentido, aquí carece completamente de él, todo pasa porque tiene que pasar, porque sino el libro se hubiese quedado con la mitad de páginas y todo habría resultado demasiado sencillo para ser un libro de esta autora.

De este libro me quedo con los momentos bonitos, los tiernos, los que llenan y no vacían; me quedo con Maddox y su historia, me habría encantado tenerlo como protagonista; me quedo con las frases bonitas, aunque no tantas como me esperaba; me quedo con el brillo de los objetos tangibles y también el de los intangibles.