¡A dormir!

Es la hora de dormir y Bo prefiere continuar jugando con sus animales de peluche y fabula que en realidad están vivos e inventa mil historias sobre ellos. La madre de Bo no se rinde y decide motivar la imaginación de su hijo que ahora dice ser un papagayo que duerme de pie y luego un oso que hiberna durante todo el invierno.

El objetivo de mamá es que Bo se vaya a dormir después de cenar y bañarse, pero Bo no se lo pone fácil. Es tarde y está cansado pero se siente fascinado ante la posibilidad de juego que le brindan todos sus juguetes y por eso aprovecha la oportunidad. Su madre le dice que en bañera es mejor ser una nutria y luego una jirafa para alcanzar el lavabo. Más tarde Bo descubrirá que no es buena idea dormir como un murciélago porque acaba con toda la cara roja. Bo se lo pasa en grande, y su madre también, porque al mismo tiempo que experimenta lo más destacado de muchos animales es obediente y aprende mucho sobre lo que más le gusta. Siempre acompañado por el perro y el gato de la familia y, como no, de su madre, el niño se va a la cama feliz y satisfecho.

Las ilustraciones de la también sueca Mari Kanstad Johnsen son alargadas y de colores vistosos respecto al entorno. La compenetración del texto con la imagen es tan profunda que cuando se cita a un animal este aparece en gran tamaño, como la imagen central de la jirafa, para que el joven lector pueda observarlos con más facilidad.

Esta sencilla historia ilustra perfectamente la necesidad de los padres de acompañar a los hijos en todo tipo de tareas cotidianas de modo lúdico y colaborativo. La base de la crianza es compartir además de colaborar en el crecimiento de los hijo y nada mejor que formar parte de sus fantasías para que sea lo más productiva y placentera posible. No es difícil imaginar que muchos padres tomarán el ejemplo de la mamá de Bo.
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