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Crítica de My


My
22 October 2022
Siempre que puedo vuelvo a leer algún clásico de los que descubrí en mi niñez o adolescencia para experimentar cómo se ven con mis ojos adultos. Quería volver a Kafka, y he leído La metamorfosis como mil veces, así que me decidí por El proceso.

Vaya sorpresa.

Recuerdo que en mis años mozos me gustó mucho aunque no entendí ni jota, pero la sensación de opresión, ese ambiente surreal y lo inconexo de su estructura me atrajo bastante. Aquella yo adolescente no había pasado por las garras del sistema todavía para entender hasta con el tuétano lo real que puede llegar a ser la loca experiencia de este sujeto.

Esta historia cuenta las peripecias de Josef K., un hombre acusado, no se sabe de qué, que deberá afrontar un proceso penal en una institución de la que tampoco se sabe nada. Acompañaremos a este gerente bancario por un laberinto penal y burocrático hecho para topar con pared en todo momento. Viviremos a su lado situaciones que parecen una locura y conoceremos personajes extraños en situaciones aún más extrañas.

El proceso es una obra inacabada, publicada de forma póstuma gracias a un señor llamado Max Brod, que no hizo caso de los deseos del autor: quemar algunos manuscritos, entre ellos esta novela.

Mi yo adolescente pensaba que estas locuras y extravagancias de El proceso pertenecían a una galaxia muy, muy lejana, en la mente de un checo genial y nada más. Que equivocada estaba...

Nunca me he visto envuelta en un proceso penal (y toco madera para que no me pase jamás), pero, como cualquier adulto, he sido víctima de la infamia burocrática, de las vueltas sin sentido a oficinas y ventanillas, del 'trae este documento con tres copias a color, impresas en cuero de unicornio'; del 'en esta ventanilla solo atendemos a cíclopes y usted tiene dos ojos', o 'tiene que ir a la oficina ubicada en el centro de la tierra', pero 'esta oficina solo abre en año bisiesto'. Quien crea que exagero, quien crea que El proceso es exagerada, vive en un mundo de luz y de color al que yo me iría a vivir sin dudarlo mañana mismo.

La lectura es una locura, pero siento que he experimentado muchas veces esas emociones en situaciones cotidianas de la vida. La opresión, el desconcierto, esas amargas sorpresas y vericuetos con hacienda, la seguridad social o los trámites burocráticos, migratorios, etc., etc. Todos sabemos que la justicia ha destrozado la vida de personas inocentes, y muchas veces por cuestiones que rozan el absurdo.

El proceso confunde, intriga y en algunas ocasiones desespera y puede que llegues a perder el hilo o a decir 'qué hago yo leyendo esto'. Pero tiene algo, posee una verdad oculta detrás de ese aparente sinsentido que ha hecho que genios y estudiosos de la literatura, la filosofía, la política, se retuerzan el seso pensando qué quiso decir el buen Franz, cuál era esa motivación, dónde está el símbolo. Yo solo soy lectora a nivel usuario, afortunadamente, así que no tengo ni idea de lo que subyace en las entrañas de esta obra maestra, pero a mí me aplasta sentir que seguimos buscando a la justicia dentro de un número infinito de matrioskas.

A El proceso se le notan las costuras (y los parches) por todos lados. Hay capítulos que parecen fuera de sitio, personajes que nunca acabaremos de conocer o situaciones que parecen no encajar. Es el precio a pagar por leer una obra inacabada.

Voy a necesitar tiempo para digerir esta serie de eventos, personajes y comportamientos, pero me atrapó desde el principio. Me atrapó ayer y ahora.

Me estremece este mundo kafkiano de sensaciones. Sensaciones amplificadas por esta veta oculta. Esta veta oculta de verdad que mi adultez ha sido capaz de encontrar.





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