Los occidentales predican el amor a Dios, el amor al hombre y parece que se lo creen de verdad. Pero libran guerras con barcos y cañones para conquistar a los pueblos por la fuerza, además de imponer el opio, un veneno peor que la peste, a los chinos, y todo en busca de beneficios. Parece que el amor a Dios es menos verdadero que el amor al lucro.
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