Cuando Ellie se fue

Cuando yo era pequeño (hace muchos años) existía un chicle llamado Boomer. En los anuncios de televisión un superhéroe estiraba sus extremidades emulando al kilométrico chicle Boomer.

La verosimilitud en una novela también se puede estirar hasta el infinito. A mí no me importa que se arriesgue en ese sentido porque la realidad en ocasiones es mucho más inverosímil que la ficción más rebuscada, pero entiendo que haya lectores que puedan dudar de ciertos momentos de la novela y el chicle les explote en la cara. No ha sido mi caso.

Aunque no suelo acertar con los finales, este sí lo vi venir con bastante antelación, pero el intuir lo que estaba sucediendo no ha impedido que quisiera seguir caminando a través de la mente de los diferentes narradores.

La autora califica a su propia novela como extraña y en cierto modo lo es. Un extraño cocktail de sentimientos. Un chicle que se estira de forma hipnótica al que no he podido dejar de mirar.