Poder matar a quien se quiera cuando se quiera. Tanta gente tiene ese poder. Los generales, los enfermeros, los conductores de tranvía que circulan demasiado deprisa. Nada hay más banal que un homicidio. Está al alcance de todo el mundo. No siempre es necesario un motivo. Más bien, un estado de ánimo. Un deseo.
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