La idea de que los genes fueran inmortales me gustaba, así que, en la pared sobre mi mesa, pegué una hoja de papel en la que se leía ADN → ARN → proteína. Las flechas no representaban transformaciones químicas, sino que expresaban la transferencia de información genética de las secuencias de nucleótidos en las moléculas del de ADN a las secuencias de aminoácidos en las proteínas.
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