Casa de muñecas

«Me llamaba “muñequita” y jugaba conmigo, ni más ni menos que yo con mis muñecas (…) He sido una muñeca grande en esta casa» dice Nora, la protagonista por derecho propio de Casa de muñecas. Nora es una mujer adulta que se libra de la manipulación de su padre solo para comenzar a sufrir la de su marido, una mujer que cumple con lo que la sociedad pide y espera de ella: es madre, es esposa y es hija.
Es una mujer adulta que, sin embargo, es infantil porque así es como la tratan (es la “muñequita” de su padre, la “ardillita” y la “niña caprichosa” de su marido), pero que —a veces de las formas más sutiles— se nos presenta en la obra poseedora de un gran mundo interior que acabará saliendo a la luz cuando se enfrente a su «mentira vital», tema que obsesiona a Ibsen. de inspiración individualista, la mentira vital se revela como el enfrentamiento no solo entre lo que uno es y lo que uno muestra, sino sobre la sociedad contra el individuo. Por eso Nora solo está segura de una cosa hacia el final de la obra: «Tienes razón, no comprendo nada. Por eso quiero pensar en soledad quién tiene la razón, si la sociedad o yo», y es en ese momento cuando por fin expresa una idea que ella misma ha gestado y aceptado como propia, cuando por fin empieza a ser ella misma.