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Crítica de Imp


Imp
13 November 2023
Esta reseña contiene spoilers.
Paradójicamente el nuevo mundo de la novela se parece mucho a cualquiera de las grandes religiones que conocemos, con sus fórmulas para alcanzar la felicidad y el tal Ford creador, que sustituye a Dios, y no deja de ser otro dios.
Un mundo en el cual hay diferentes clases sociales no es ninguna novedad, la diferencia es que todos están satisfechos con el lugar que le fue asignado antes incluso de nacer, aunque, volviendo a la religión, no sé si de verdad hay algún cambio con respecto al mundo que conocemos, dado que las religiones suelen hacer a las personas más conformistas con su condición en particular. Manejan ideas de los designios divinos, el destino, etc., y todo ello implican un grado de aceptación de lo que ocurre. Lo único es que el mundo de la novela es hedonista.
El libro fue publicado en los años treinta, entre las guerras mundiales, y era un momento especial porque me imagino muy bien cómo la gente estaba cansada del riesgo de muerte, destrucción e inestabilidad económica, de ahí los locos años veinte, en cierto modo similar al mundo de la obra, solo que llevado a un extremo. Es decir, un lugar donde todo es artificial y promiscuo. Pensemos también que se escribe en los albores de la psicología moderna, de ahí la idea de los condicionamientos. Casi por primera vez, la psicología aparece como ciencia más o menos exacta.
Es verdad que existe una crítica al capitalismo y creo que eso es lo que hace que se reclame tanto la vigencia de la obra. Pero del mismo modo también existe una crítica al comunismo —Bernard se apellida Marx—, dado que hay uniformidad entre clases, hasta el punto que se fabrican mellizos.
Para lo corta que es, la obra tiene varias aristas. Por un lado, creo que para Bernard ir a la reserva consiste en asomarse a la realidad, y, por lo tanto, a la verdad. Se reproduce un poco el mito de la caverna de Platón, o, una matrix, que es el lugar donde vive Bernard.
John es un personaje interesante porque pese a su individualismo, cuando lo conocemos, él hace todo lo posible por formar parte activa de la sociedad de los salvajes, pero nunca lo aceptan por completo. En el mundo nuevo, tampoco lo aceptan tal cual porque allí él no es una persona, sino un objeto de estudio. Bernard tiene la oportunidad de ser diferente, pero también elige y anhela ser como sus iguales. Lo que desea es pertenecer a algo. En ese sentido, ambos parten de la misma carencia.
El tema de las drogas recreativas está muy presente. de hecho, la base de esa sociedad es nada menos que el soma. Haciendo una búsqueda sencilla por internet me encontré con este dato: en España hay un consumo de 91 dosis diarias de ansiolíticos por cada 1000 habitantes. Recuerdo hablar con un farmacéutico que me contó que casi un 40% de la población se toma ansiolíticos o antidepresivos. Cito el periódico Público: “La última Encuesta Nacional de Salud, realizada en 2017, ya revelaba que el 12,48% de los mayores de 15 años consume tranquilizantes, un porcentaje que sube hasta el 30% en el caso de las personas mayores jubiladas, al 42% en las incapacitadas para trabajar y al 24% en las que se dedican únicamente a las tareas del hogar”. Después la pandemia es el COVID19. El soma parece una droga más eficaz que las que venden en las farmacias. La felicidad que aporta el soma se paga con la adicción (falta de libertad) e incluso con la vida.
La alternativa al mundo feliz encarnada en John no sé si es mucho mejor, pero reconozco que hago una lectura actual. Tampoco me gusta el hecho de que la mujer sea atacada y agredida y que se le llame ramera por hacer lo mismo que todxs. John no vaya por ahí llamando «rameros» a los hombres, que se comportan igual que las mujeres. Los conflictos de Bernard, el hombre, son de índole intelectual, los de Lenina, sexual. Siempre es lo mismo. Pero, de nuevo, admito que es una lectura actual y no me estoy situando en los años treinta. Aún así, quiero dejar constancia de mi pataleta.
Tal vez el ejemplo de John sea el punto débil de la novela y el motivo por el cual, aún gustándome, prefiero 1984 u otras distopías. No veo la necesidad de otro Dios o mortificarse para sentirse vivo. al final, puede que ambos mundos, el feliz y el salvaje, sean igual de indeseables. El suicidio de John es el único final posible. El individuo o el disidente no puede con la masa. Es triste, pero cierto.
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