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En esta segunda entrega de la serie Twisted vamos a conocer a Bridget, princesa de Eldorra, y a Rhys, su nuevo guardaespaldas. Él tiene dos reglas: proteger a sus clientes y no involucrarse emocionalmente con ellos. Pero éstas cambiarán cuando empiece a trabajar para Bridget, la cuál derribará cualquier muro construido por él y reducirá a cenizas cualquier intención de Rhys, cuyos objetivos pasarán a ser protegerla y resistirse a ella. A mí este libro me ha dado la vida. Vivir con ellos la emoción del amor prohibido tal y como es el de una princesa heredera con un plebeyo, esos tira y afloja, su diferencia notoria de edad de diez años, cómo luchan por lo que verdaderamente quieren… Ha sido maravilloso. Daremos algunos saltos en el tiempo con ellos y nos enamoraremos de sus historias; de la de una princesa que quiere llevar una vida normal, y la de un exmarine que solo necesita que alguien le bese la heridas. La única objeción que tengo es que en ocasiones, Rhys ha tenido alguna actitud sobreprotectora (dentro del romance) que me ha chirriado un poco, pero nada más. Los personajes son increíbles, al menos para mí. Rhys, que es serio, gruñón y protector (obviamente); y Bridget, encantadora, inteligente y un poco desobediente. Ambos son fuego, tanto juntos como por separado. Polos opuestos que se complementan a la perfección y que velan el uno por el otro en todo momento. Me han enamorado por completo. También tenemos un abanico de personajes secundarios maravillosos y más que necesarios para la trama. La pluma de Ana Huang, maravillosa. Ha logrado que este libro de casi 500 páginas me durara una mañana y que lo leyera del tirón, cosa que pocas consigue. Y, por si fuera poco, ha hecho que empatizara con sus personajes hasta el final y que me metiera en la historia de lleno. En resumen, “Twisted Games” es un libro que emana fuego; una historia llena de tira y aflojas, una princesa y un guardaespaldas totalmente distintos pero con un amor que lo puede todo, leyes antiguas incluídas. Si queréis un libro que impida apartar los ojos de sus páginas, no sé a qué esperáis a ir a por él. |
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