Nuestro es el cielo

En Nuestro es el cielo encontramos una dura historia, contada desde la perspectiva de un padre que sufre a causa de la enfermedad de su hijo: Esa impotencia de no poder enfrentarse a un problema, esa incomprensión hacia lo que está sucediendo, esa búsqueda de ayuda desesperada...

Pero no se trata de una historia que busque la lágrima fácil, ni que haga pensar al lector que Jack, el pequeño que padece un tumor cerebral, sea un niño desvalido al que hay que sobreproteger.

Me gusta los contrastes que se dan en Rob Coates, nuestro protagonista y narrador, pues va oscilando entre padre coraje, hombre inteligente, marido atento y cariñoso (y todos aquellos atributos positivos que deseéis añadirle), a un hombre completamente imperfecto, que comete grandes errores, no escucha y, sin pretenderlo, hace daño a aquellos a los que más quiere.

Creo que esta historia logra transmitir un mensaje de positivismo y lucha por salir adelante, a pesar de lo que encontramos entre sus páginas. Y por eso me ha gustado tanto. Esa forma de hablar del cáncer de manera abierta y no como un tema tabú. Esa forma de mostrar al enfermo como una persona que lucha a pesar de sus miedos. Esta perspectiva que nos hace ver que, tal vez, nuestras palabras de apoyo no sean las más indicadas, y que uno no comprende algo hasta que lo vive.

Debo reconocer que me he sentido atrapada entre las páginas de esta novela desde el principio, y que es una de esas historias que te dejan huella. Necesitaba leer algo que me atrapara y me hiciera pensar, y sin duda esta novela lo ha logrado.

Antes de nada, desde Mundo Gamusino queremos agradecer a la editorial Harper Collins su colaboración con el blog y el envío del ejemplar para su reseña. Tenemos que reconocer que es un libro que nos ha gustado mucho y que nos ha tocado la fibra.



El libro se divide en tres partes, la primera es la época actual, donde Rob nos describe cómo se encuentra, y de manera muy sutil nos cuenta qué ha pasado en su vida para estar como está. En la segunda, nos cuenta su vida desde la universidad hasta el momento actual, con todos sus altibajos, y en la tercera, volvemos a la actualidad.

La verdad, es que al empezar el libro no pensamos que nos fuese a gustar tanto, pero cuando hemos leído la historia de cómo evoluciona Rob, de cómo conoce a Anna y cómo forman su vida juntos, nos ha empezado despertar muchos sentimientos. Tanto Rob como Anna pasan por una situación desgarradora, de esas que nunca creemos que nos puedan pasar a nosotros, pero el problema es que pasan. Y ellos lo viven en primera persona.

A parte de pasar por todas las etapas del duelo, incluida la negación, la que se hace más patente en esta novela, creemos que es la ira, pero de una manera autodestructiva. Rob ha tocado fondo, y no sabe cómo volver a poner su vida en orden, le es muy difícil. Pero una noticia, un buen día por la mañana, le va a quitar todas las dudas y sabrá que camino seguir. Pero para llegar a eso, es necesario que pase mucho tiempo, ya que las etapas del duelo nunca tienen una duración determinada.

Esta novela nos ha gustado mucho por la historia que cuenta, y por cómo evoluciona hasta llegar a su final. Es cierto que es una historia desgarradora, y que en más de una ocasión hemos necesitado los pañuelos para secarnos las lágrimas. Pero merece mucho la pena leerla. Es de estas historias que, a pesar de ser tristes, cuando terminamos de leerlas nos dejan una sensación de paz.

Es un libro que recomendamos a todas aquellas personas que quieran entender un poco más como funcionan las fases del duelo. Aunque no se nombran como tal, sí que se describen una a una. Tanto en el personaje de Rob como en el de Anna, y cómo el mismo motivo del duelo afecta de manera diferente a diferentes personas.

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