Leía cientos de novelas buscando siempre detalles instructivos sobre las costumbres de ese extraño país llamado «clase»: sobre la manera de hablar y el vocabulario que distingue a los que forman parte de ese club invisible. Me esforcé incansablemente con los idiomas (...). Me instruí sobre vinos, sobre encuadernación de libros antiguos y sobre la plata de ley. Asistí a todos los recitales gratuitos (...); aprendí a usar el tenedor de postre y a imitar el acento de las clases dominantes.
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