Un clima frío puede parecer hostil, pero puede presentar aspectos amables: el sol invernal, un lago helado, un paisaje nevado, el calor de un hogar, la luz que anuncia el deshielo y la primavera incipiente… Un clima frío que ha moldeado a sus habitantes. Las bajas temperaturas mandan y la vida se organiza en torno a ellas: actividades como patinar en lagos helados, o saber diferenciar que nieve está cayendo, el número de capas de abrigo o la manera en la que los suecos se relacionan entre sí. También es así como nos da a conocer a sus habitantes, su lenguaje, su manera de relacionarse (o de no hacerlo). O como esos prejuicios en realidad tienen una simple explicación: no necesariamente son personas frías, sino que se sienten cómodos en los silencios. A mí eso me da un poco de envidia. Me gusta la manera en la que Virginia va hilando su estancia en Suecia con esas reflexiones. Compone un bello retrato. Y pone a la palestra debates tan inteligentes como el dinero y su origen, el tiempo y su condición lineal, el lenguaje y el lugar que le damos o que Suecia puede ser plural y no homogénea como se ve desde fuera. Es un diario bonito, del día a día en un país, en una ciudad, que te acoge. Dónde comenzar un día nuevo supone un esfuerzo extra: el idioma, el choque cultural, el círculo social que está por crearse… Tienes que construir desde cero todo, hacer hogar, buscar confort. Un libro bonito y amable, dónde dejarte llevar y disfrutar de los pensamientos cómo si fueran propios. Cómo siempre, infinitas gracias por otorgarme este disfrute de libro Una lectura deliciosa para leer arropada |