Pata del escarabajo, la

Sólo se oía la suave voz del sheriff desgranando historias para su oyente, quien, a esas horas de la noche, se sentía demasiado viejo para hacer nada más que escuchar.

Por debajo de él la casa tenía los postigos firmemente cerrados. Sus propietarios los habían dejado así cuando el agua empezó a subir. Sujeto al riel de una ventana pendía un jirón de cortina. Un colchón flotaba unas pulgadas por encima del suelo del segundo piso.

Recorrió el terreno levantado para contener el agua; caminaba sobre semillas que eran arrancadas del suelo y arrastradas por la más ligera de las brisas, rastrillaba una tierra que parecía de hierro, rascaba la espina dorsal del desierto.

No hubo ni una mujer en el desierto que no hubiera abandonado los cobertizos de los animales, los huertos de hortalizas, el abismo que eran sus hogares, para volver a respirar un poco de amor, de mentiras ancestrales