Nosotros en la noche

Esta es una historia que aborda un tema del que poco se habla. Se trata del tema de la relación emocional y sexual de dos personas que se encuentran en el ocaso de sus vidas, en un momento en el que la inevitable decrepitud de las mentes y de los cuerpos presupone el abandono de los sueños y del calor humano que implica la cercanía del otro, a menudo tan necesaria e imprescindible. Olvidamos que la decrepitud no siempre va aparejada a los años vividos.


En ocasiones, no hablar de este tema por parte de sus protagonistas no se debe meramente al pudor. de hecho, el temor a la censura es lo que más predomina en una sociedad donde los imperativos económicos y culturales pesan mucho.
Ese es el caso de Addie Moore y Louis Waters, los protagonistas de “Nosotros en la noche”, una novela completada justo antes de la muerte de su autor, el escritor norteamericano Kent Haruf, en 2014 y publicada póstumamente en el 2015.
Addie y Louis son viudos y saben lo que es la soledad. Pero Addie no se conforma con esa soledad y realiza una propuesta valiente y atrevida a Louis, una propuesta que les conduce a la amistad, a un creciente conocimiento del uno sobre el otro y a una complicidad física y emocional amenazada por los prejuicios del entorno más próximo y especialmente por Gene, el hijo de Addie.
Destaca también el tema de la afinidad entre niños y ancianos y el tema del chantaje emocional del hijo de Addie, atrapado en los prejuicios.
Tal vez, afirmar que la historia se queda en un plano reiterativo y superficial, con un final precipitado, como hacen algunos, es algo injusto.
Realmente, “Nosotros en la noche” es una narración conmovedora, emotiva, agridulce, intimista, sencilla, una pequeña joya, más que un simple drama con pequeñas notas de humor, escrita con un lenguaje directo, casi excesivamente delicado, que nos conduce a pensar en los posibles conatos autobiográficos de la historia, que nos invita a reflexionar y, a más a más, aporta visibilidad a la realidad de la sexualidad en la tercera edad, para disipar esa equivocada concepción de que las necesidades sexuales, con los años, necesariamente se acaban diluyendo en la nada. Otra cosa es que el cuerpo no responda como desearíamos. Pero lo que está claro es que el amor, como el sexo, no tienen edad.

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