Nosotros en la noche

A la misma distancia de aquella primera juventud, que de las últimas primaveras de los protagonistas de esta historia, cambia la velocidad.

Mis pasos son más lentos, el calendario pierde hojas con mayor rapidez y sin embargo pasado y futuro apenas están presentes.

Ceguera selectiva por miedo a lo que vendrá, hace que una parte del mensaje de la novela de kent Haruf no atraviese mi sistema emocional, el tiempo se va, mi otoño se anuncia en todos los carteles de próximo estreno y el mejor alivio es procrastinar.

Lo que sí es inevitable es que esta pareja de septuagenarios despierten ternura, ositos de peluche con arrugas exudado por cada poro de mi piel.

El libro es un canto a la libertad y el mejor remedio contra el cansancio y la soledad que se apadora de nosotros conforme añadimos velas al pastel.

El amor no tiene edad, la ventaja de la madurez es la serenidad, y el error es creer que los años congelan el ardor.

Se puede perder elasticidad, potencia, hormonas, pero no necesidad, nuestros protagonistas demuestran que la belleza está en el acto, en la unión, en la intención. Hay infinitas formas de acariciar el alma, amar desde la idea más básica, compartir y acompañar.

La resistencia del entorno, el absurdo del que diran y la desaprobación familiar...la hipocresía de cuestianar cuando tu incapacidad es precisamente cuestionable.

Rechazo, sociedad que entierra prematuramente el amor de los mayores, se dibujan en la novela como mayor amenaza, la inquisición y el chantaje como moneda de cambio a los últimos rayos de sol de sus noches.

El texto es sencillo, sereno, avanzas por sus páginas con una suavidad que acomoda; letras de algodón.

Pero con esa mania que otros llaman creatividad y yo pereza (mi mayor cruz) de no puntuar los diálogos, aunque al menos, están separados.

Nosotros en la noche es un libro entrañable donde el autor en su ocaso (murió al poco de la publicación) enciende la llama de la pasión olvidada. Vuelve a descubrir el fuego, en su forma más elemental.

Un grito al respeto hacia los sentimientos de nuestros ancianos y a su libertad de decidir como y con quien dar cuerda a las manecillas de su último reloj.