Los cuatro vientos

¿Tiene sentido decir que esta historia me ha dejado el corazón calentito, pero también ha sido lo más doloroso que he leído nunca?

Abrir una novela de Kristin Hannah es ser consciente de que no vas a salir entero una vez lo termines: faltarán esos pedazos que has ido perdiendo conforme los personajes se cuelan en tu corazón y lo hacen pedazos, faltarán esas lágrimas que se cobran las escenas crudas y llenas de realidad, faltarán esas emociones que te negarás a volver a sentir porque duele... Joder cómo duele. Y lo peor es saber que volvería a caer una y mil veces con sus historias: para sentirlas, para querer a sus personajes como si fuesen lo más preciado, por cogerles un cariño tan grande que mis mente grite que no siga leyendo, pero mis ojos solo avancen más deprisa, con el corazón en la garganta y la respiración rota.

Sabía que este libro iba a ser doloroso, pero no pensaba que el brote de realidad de esta historia fuera tan descarnado y salvaje. Como la propia Texas con sus tormentas de arena y sus gentes ricas aprovechadas de la necesidad ajena. Como las familias que no quieren y los maridos que no saben serlo. Pero también son la familia que tuvo roces iniciales para ser lo más bonito después.

Porque este libro es familia, con todas sus letras, sus subidas y sus bajadas, sus riñas y sus preocupaciones, sus enfados y sus reconciliaciones, sus incomprensiones y... al final del día, su amor. El amor de la familia resuena en cada capítulo con la cercanía de los que se alejan y se enfadan, pero saben que pueden confiar en que volverán a salvarles, que lucharán con uñas y dientes por lo que quieren y por conseguir lo que merecen.

Kristin Hannah es, simplemente, magia.