La llamada: Un retrato

No me lo tengo que pensar mucho para acompañar a Leila Guerriero en cualquiera de sus viajes. En este, junto a Silvia Labayru y su círculo social, Leila después de entrevistarles durante dos años y medio, se arriesga a atravesar la niebla, con sus claroscuros y sus diversas tonalidades y opacidades.

¿Qué turbio laberinto se debe recorrer para narrar la huella de la atrocidad desde el lugar de la memoria? ¿Cómo poner palabras al horror de lo no dicho, de lo casi nunca preguntado? ¿Cómo acallar el estruendo de la angustia de todo lo ausente, de toda la memoria de los cuerpos torturados, asesinados, desaparecidos?

No se puede ver desde un día despejado de la misma manera que se ve desde el interior de la niebla. Imposible describir ese color impronunciable del espanto tras las tinieblas de esos tiempos oscuros que todos querríamos olvidar, pero que no podemos negar en esta nuestra historia común.

A pesar de que siempre nos rodea una neblina, a pesar de que siempre seremos fragmentos incompletos y desconocidos en parte para los otros, los faros antiniebla de la escritura de Leila enfocan los detalles para ampliar la visibilidad, para ver y ser visto. No quiero bajarme, no quiero dejar de estar sentada junto a Silvia, no quiero que se acabe este viaje. Leila, me volviste a deslumbrar.