Las edades de Lulú

Cuando conocemos a Lulú por primera vez, la encontramos viendo un video pornográfico homosexual, analizando escena por escena, postura tras postura. Nos da todo tipo de detalles e, inmediatamente después, regresamos a la Lulú de 15 años en la que empezó todo.

La Lulú adolescente, la pequeña de una familia numerosa -joven e invisible a ojos de su familia- se nos presenta enamorada/obsesionada de Pablo, el mejor amigo de su hermano mayor. Él, lejos de mantenerse ajeno a ella, y aprovechando su posición adulta (12 años mayor) adopta el rol del “iniciador” de Lulú, llevándola por un camino muy diferente al que ella nunca hubiera pensado. Esta relación provoca en Lulú el despertar de una sexualidad extrema que, poco a poco, la lleva a romper con todos los tabús de la España de los setenta. Y así, de escena en escena, como si de su propia película se tratase, es ella misma quien nos cuenta su historia, eligiendo qué partes omitir y qué otras mostrarnos con todo lujo de detalles.

“Las edades de Lulú” me parece, sin duda, una novela muy compleja en la que hay mucho más que sexo: es el relato interior de una mujer que, en el fondo, nunca ha dejado de ser una niña, y que tratar de luchar a sus carencias emocionales y un gran sentimiento de soledad. Lulú, independientemente de la parte más física de la historia, busca incansablemente los límites del sexo y de la vida para, una vez encontrados, cruzar la línea y enfrentarse con su cuerpo a cualesquiera que sean las consecuencias, dejando al lector una continua sensación de desasosiego que tarda en abandonarte.

La primera novela de Almudena Grandes es, a mi parecer, la degradación más absoluta del amor que provoca que su inolvidable protagonista (Eterna Lulú) caiga sin remedio en una espiral de placer/dolor.
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