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Crítica de FurroLector


FurroLector
05 November 2023
La trama inicia con un planteo interesante (algo apresurado para quienes disfrutamos de los argumentos bien fundamentados) que trata sobre un posible (ficticio) salto evolutivo que lleva a la humanidad a experimentar su propia destrucción a manos de animales salvajes que, como consecuencia de la selección natural, se transforman en algo más que seres inteligentes. Detengámonos acá por un segundo. Lo del peligro inminente de las plantas nucleares suena más a conspiración que a otra cosa, cuando está demostrado que, dentro de todas las fuentes artificiales de energía existentes hoy en día, es la mejor y más segura. El otro craso error que se comete es el de confundir radiactividad con radiación, aunque en el habla coloquial se usen como sinónimos, no significan lo mismo. Y si nos vamos a poner a hablar sobre genética, biología o química, mínimo tenemos que saber diferenciar conceptos básicos y aclarar con buenas justificaciones el resultado de un proceso tan complejo como lo es el cambio de frecuencia alélica en el acervo genético de una población (en este caso empujado por el accionar del ser humano). Aquí el argumento empleado para dar a conocer el origen del conflicto nos resultó flojo, se lo podría haber trabajado mejor y con mayor profundización. Falta lectura de ensayos académicos.

El protagonismo se lo llevan una pareja fraternal perteneciente al género Vulpes, un vulpino y una vulpeja, Abraham y Jessica. Estos dos personajes se encuentran desde el primer capítulo, de ahí en más prosiguen juntos. Lo de la perrera como cárcel mixta tiene poco sentido, cuando es sabido que una hembra rodeada de machos termina siendo abusada por el primer recluso hasta el último; por algo las prisiones están separadas por sexo. ¿Tal es el miedo que le tienen a la protagonista que son incapaces de tocarla? Esto es sólo una observación nada más.

El vocabulario empleado, a lo largo y ancho de la obra, es medianamente rico en sustantivos, adjetivos, adverbios, locuciones, clíticos, deícticos, sinónimos, reiteraciones, expresiones idiomáticas, perífrasis, fraseología, variedades dialectales, jerga, vulgaridades, groserías, etc. Este autor maneja bien todo lo que tiene que ver con campo léxico y campo semántico, no deja nada fuera del tintero, en ese aspecto no se lo salta un galgo. Ahora bien, en lo que respecta a tropos y recursos literarios ya no es tan variado, utiliza lo mínimo indispensable para no caer en el prosaísmo del que siempre hablamos en las reseñas que hacemos. Podría haberse esforzado más en esa parte durante las explicaciones topográficas y las aclaraciones extrasituacionales previas al desarrollo narrativo. La madre del cordero se podría haber desarrollado con mucha mayor excelsitud, cuando menos detallismos contextuales.

Echémosle un vistazo a alguna de las falencias argumentales halladas. El término "persona", "homicidio", "hombre", "mujer" no son los más apropiados si estamos hablando de animales antropomórficos, quizá podríamos usar equivalencias semánticas, terminología específica que se diferencie de lo establecido en el derecho civil (creado por los propios humanos). Pese a que es cierto que muchas de las costumbres y tradiciones humanas se siguen manteniendo en el futuro, tendríamos que saber cómo hacer para que luzcan lo más distintas posibles de lo que son hoy en día. Es sabido que cada periodo histórico presenta distinciones socioculturales bien marcadas, y eso que seguimos perteneciendo al género Homo sapiens desde hace ya un buen par de milenios. No es dato menor el hecho de que cada vez la información se procese más rápido, haciendo que los cambios de perspectiva sean cada vez más flagrantes, incluso de una generación a otra (como el caso de la generación Boomer y la generación Millennial).

En cuanto a referencias exofóricas, no podemos evitar pensar que hubo una influencia de piezas clásicas como "Astroboy", "Robotech", "Terminator", "El planeta de los simios", "Las tortugas ninja". A lo mejor podríamos situarnos en un contexto que tira más a lo futurista y caótico, algo más semejante a "Los Juegos del Hambre", "Fahrenheit 451", "Un mundo feliz", "Divergente", "Estación once", "El corredor del laberinto", "Oryx y Crake". No podemos calificar todas estas menciones como fragmentos intertextuales ya que eso poco ofrece el autor dentro de la historia, a pesar de que los tomemos como bases argumentales posiblemente visualizadas antes de ponerse a escribir. Las citas que aluden al libro "Rebelión en la granja" de George Orwell vienen como anillo al dedo para la argumentación inicial del capítulo 2. Quitando eso, nos quedamos sin más transtextualidad.

Muchas charlas insustanciales nos resultan pesadas y aburridas, cual conversación entre chismólogos. Si tenemos en cuenta que la historia es, en mayor parte, narrada por la protagonista, lo de poner tantos diálogos en estilo directo y con tanta precisión en los incisos, parece poco creíble e inverosímil. Los parlamentos solos, sin acotaciones, habrían quedado mejor desde el punto de vista lógico, pues nadie sería tan perfeccionista al momento de narrar sucesos vividos en carne propia, salvo que tenga memoria fotográfica. La mezcla de narradores, en primera y tercera persona, es buena idea tratándose de un tiempo histórico que no conocemos, pero también requiere de una fuerte diferenciación entre el estilo narrativístico y el estilo protagonístico. Pareciese que ambos piensan igual de a ratos. El estilo indirecto libre o tal vez algún monólogo interior podría haber ayudado un poco a acentuar estas dos caras de la misma moneda.

Por si fuera poco, hay escenas de tensión que se salen del libreto, pues carecen no sólo de realismo, sino también de seriedad. Da la impresión de que, en lugar de estar escribiendo una novela cyberpunk, el autor estuviera escribiendo una sátira al género, con elementos propios del neoburlesque, con un fuerte sentido irónico, jocoso o burlesco (influenciado, por qué no, por la metodología Wildeana). A propósito de realismo, qué tan chalada tiene que estar la protagonista para no sentirse amenazada incluso en las circunstancias más peliagudas, por no decir riesgosas. Eso de que está mal del coco, quizás, no sea un simple malentendido.

Las primera, la segunda y la tercera persona se entremezclan de cuando en cuando, dando como resultado la existencia de un narrador polifacético, a veces crítico, a veces divertido, a veces pesimista, a veces realista, a veces tedioso. En el discurso atinente a Jessica, sale de la nada un direccionamiento hacia la audiencia, ya sea hablándole de frente al lector o advirtiendo sobre posibles tesituras (en caso de que éste las tenga que vivir). Admitámoslo, la combinación está buena para romper el hielo. La cosa es que, como acabamos de mencionar, el narrador toma sus tres formas: heterodiegético (narra una historia en la que no participa como personaje), homodiegético (narra una historia en la que participa como personaje) y autodiegético (narra una historia en la que participa como personaje protagonista).

La parte dialogística, en reiteradas ocasiones, nos resultó difícil de digerir. Con tanta palabrería y chulería entre incisos, se vuelve complicado adivinar quién está hablando y quién está escuchando; se riza el rizo en vano. Tal es el caso que no se respetan las rayas de diálogo cuando son continuadas por el mismo personaje (por medio del signo ») en los parágrafos de abajo. No siempre se puede saber quién es el interlocutor, porque no se lo especifica; en lugar de eso, tenemos a la vocera que se la pasa interrumpiendo con detalles nimios y zonzos, como quien no quiere la cosa.

Al tratarse de una historia futurista que se lleva a cabo en el siglo XXX, es extraño que se sigan usando aparatos y máquinas antiguas, o sea, del siglo XX. Seamos sinceros, en pleno 2023 tenemos ya hogares computarizados, inteligencia artificial que está a punto de superar el CI del humano promedio, y estos críos mañosos aquí comunicándose por walkie-talkie, viajando en motocicletas a nafta, usando auriculares y megáfonos, escuchando música en casetes. ¿Acaso la tecnología del futuro no se actualizó para con los animales humanoides o es que sólo los humanos estaban en la cúspide de la tecnología digital? ¡Vaya a saberse! Para ser un relato ambientado en el futuro lejano, no resulta muy realista la ambientación. A lo mejor hubo un retroceso en algún periodo anterior. Quién sabe.

La prosopografía es bastante floja para nosotros, apenas se nos explica cómo son los personajes principales a nivel físico y psicoemocional. de ellos y sus vicisitudes vamos aprendiendo más a través de sus acciones que de sus cualidades intrínsecas. Cabe señalar que el diálogo con Duma nos pareció poco profesional, considerando que estamos hablando del Vito Corleone de la diégesis, no del antagonista. Podemos decir que la tríada actoral esta dada por Jessica (protagonismo), Abraham (deuteragonismo) y Ariadna (tetragonismo). Son los típicos tres mosqueteros de la literatura trillada contra el mundo, o los tres mosqueperros en este caso. Eso sí, Furia es una puma que tiene de pareja a un zorro, cosa que, como es de suponer, no tiene mucho sentido, y, hasta donde sabemos, no se ofrece una buena justificación para ello.

Bosco es el estereotipado bravucón que se la cree toda, que se hace el malote cuando puede, que en el fondo tiene clemencia y se deja persuadir por palabras. No nos sorprende que sea un personaje de relleno nomás, puesto que su intervención en la historia es apenas notable. Los tres pseudohéroes, uno más infeliz que el otro, a final de cuentas acaban siendo el hazmerreír de la historia. Los tres tropiezan en cada misión que se les encarga, meten la pata hasta lo más hondo, no se asemejan a ningún experto en supervivencia. En cierto sentido, esta maniobra rebuscada le otorga una pizca de realismo a la trama.

El villano de la historia, Vault, una versión más humanizada del mismísimo demonio, el antihéroe por excelencia que se disfraza de sicario malévolo, pero que en realidad, como es sabido, no es lo que aparenta ser ni por asomo. al principio, este tipo de figuras antagonísticas parecen llamativas, como todo personaje recién llegado, que al final, resultan por decepcionar a quien alguna vez le haya infundido miedo. Este tipo de personajes, más que intimidar, dejan clara una debilidad de los escritores: el cliché de villano misterioso. Y no, no necesita estar en una novela policial, en cualquier género literario aparecen rufianes de esta calaña, y nunca terminan siendo como lo describen. Podríamos decir que se trata de una forma robotizada del duque org Zen-Aku.

Ah, eso de poner subtítulos entre los capítulos de dónde porras salió, ni zorra idea. Aparte de ser innecesario, es menester recalcar que queda horrible a nivel visual. Digamos, una analepsis se puede introducir sin ningún tipo de advertencia, a menos que estemos leyendo un recado, una carta o una reminiscencia, que sí podría aparecer bajo subtítulo o como imagen adjunta. Cualesquiera sean las razones, añadir historias dentro de otra historia es fácil, basta con hacer una separación entre parágrafos y ya. Amén de eso, si lo que queremos narrar es fundamental para comprender el desenlace del relato, podemos introducirlo mediante paráfrasis, sin necesidad de explayarnos en exceso. Cuantas menos vueltas le demos al asunto, mejor será para el lector que desconoce la fábula implícita.

El único capítulo que nos pareció interesante y con vasta tensión fue el séptimo, con la reaparición del misterioso sicario, el asesinato impensado y la detención de las únicas hembras de la historia. Es esta parte donde más ruido hace la estructura sintagmática, no se presentan las telarañas narrativas de antes, los sentimientos y las emociones emergen con más naturalidad y hasta es posible ensimismarse ante la tragedia vivida por los protagonistas. Esta parte sí que estuvo buena, lástima que es corta. Es una de las pocas ocasiones en las que el clímax explota (en sentido metafórico y literal).

Algo que sí está mal hecho, por no decir mal escrito, son los pensamientos de los personajes, que el autor grafica por medio de rayas de diálogo, cuando todo el mundo sabe que se deben representar con comillas españolas (« ») siendo que no son enunciados que se pronuncien de ninguna manera, son frases imaginarias que sólo surgen cuando el personaje piensa o recuerda algo. Llega una instancia en la que este fallo se repite con demasiada frecuencia, motivo por que nos vemos obligados a bajarle puntaje.

No podemos pasar por alto otra cuestión que nos pareció harta desfasada, la innecesaria extensión del epílogo, como si fuese un capítulo más de la novela. Se supone que los paratextos deben ser cortos, concisos, poco elaborados. En esta oportunidad, se nos ofrece una conclusión que supera de forma exagerada las expectativas de un buen cierre de telón. El final, como se sabe, deja rienda suelta a una segunda parte, otra entrega que continúe con lo que todavía falta por resolver.

En términos generales, la parte cronográfica y topográfica tampoco poseen mucho de lo que podamos hablar. No vemos pasajes que traten sobre el clima (algo importante teniendo en cuenta la grandísima contaminación ambiental) y sobre los cimientos de la ciudad futurista (por medio de écfrasis o contextualización). Esto da a entender que, contrario a lo pensado, la vida como la conocemos no corre tanto peligro como parecía al comienzo. Toda la radiactividad suelta en el ambiente debería ser motivo suficiente para vivir encerrado, o en algún gueto protegido contra las consecuencias de dicho fenómeno, cuyos becquereles, por cierto, desconocemos.

La ortografía ha mostrado señales de ser decente, como así también lo ha hecho la redacción y la estilística. Pocos traspiés escriturales se notan durante la lectura. Hay un parejo ritmo secuencial que se mantiene desde el primer capítulo hasta el último, señal de que la obra ha sido revisada por el autor más de una vez. El producto que se nos ofrece, podemos decir que está bien horneado, sin embargo, aún le faltan algunos ingredientes extras para sobresalir. Si bien el texto presentado al público luce bonito, no es suficiente como para concluir que está en óptimas condiciones, sí está más cerca de ser regular que de ser pésimo.

Creemos que esta obra, por más que ha planteado una buena idea base, no ha logrado satisfacer todos nuestros deseos, ni ha cumplido, como esperábamos, todos los requerimientos mínimos para que se destaque sobre los demás libros del mismo género. Faltaría hacer una revisión de los hechos que mencionamos más arriba, algunas consideraciones más próximas al contenido en sí que a la estructuración narrativa, y, como siempre repetimos, una corrección literaria y estilística. El libro aspira a ser una obra maestra del género postapocalíptico, tiene todo lo que necesita para triunfar, sólo que le falta profundizar más en lo teórico. Hasta acá nuestro juicio de valor.
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