Un nublao de tiniebla y pedernal

Nos encontramos con un libro de apenas ciento setenta y cinco páginas, narrado en primera persona por el protagonista, que va creciendo conforme avanza la historia.
Esta historia es la historia de su familia, una familia que me ha resultado peculiar, sobre todo en cuanto a la muerte se refiere. El chico parece admirar bastante a su abuelo, incluso hasta el final del relato y eso es lo que lo hace entrañable a su vez, lo que podría llegar a emocionar a cualquiera, pues todos hemos tenido abuelos o alguna figura a la que profesamos idolatría y cariño.
No resulta aburrido, ya que el autor se encarga de contar de una manera especial, que te produce interés, cosas tan mínimas o habituales como lo son la vida y la familia, sin utilizar demasiado la ficción ni rozar lo surrealista. No se hace monótono, sino que adquieres una conexión con los personajes y sus propias historias y, además, todo está narrado con un estilo poético, ligero y que denota un talento innegable.
Lo mejor, para mí, ha sido el final. Me ha apretado el corazón y me ha hecho sentirme realizada al haber leído esta obra.
Un nublao de tiniebla y pedernal me ha recordado ligeramente a Cien años de soledad, de García Márquez. Quizá por el tema principal: la familia.
Es un libro que recomiendo abiertamente.