Trigo limpio

Trigo limpio es metaliteratura en vena. Inclasificable como novela.

El narrador nos relata sus vivencias de infancia, reales o no —ficción versus autoficción, a la que no duda en criticar— al tiempo que nos va desgranando su proceso de escritura y distintos encuentros con alguien de su pasado que se convierte en el hilo conductor de todo ese proceso narrativo. Por cierto, no deja títere con cabeza a la hora de hablar de muchos temas del mundo literario y editorial, así como quien no quiere la cosa, en forma de pequeñas perlas en medio del texto.

“… no existe peor escuela que la del aburrimiento ni patria más salvaje que la juventud”.

Me ha gustado verme identificada en algunas de las travesuras de infancia de los protagonistas, aunque en ellas subyace un mensaje más profundo. ¿Cómo recordamos nuestro pasado? ¿Qué recuerdos llegan a adultos y como nos transforman? ¿Qué cosas apenas intuimos, pero no vemos como niños y descubrimos luego como adultos al analizar esos recuerdos?

“—¿A ti qué te contaba Simón?
—¿Sobre su familia? Nada de nada.
—¿Y eso no te parece raro?
—Ahora sí. En aquel momento ni se me pasó por la cabeza.
—Los niños se quejan con el silencio”.

Como crítica, no me ha gustado el manejo de los diálogos, sin acotaciones y demasiado extensos. Páginas y páginas solo de diálogo entre dos personas, que a veces hacía que no supiera quién estaba hablando y me hacía volver atrás. de hecho cuando el diálogo es de tres personas usa como recurso el anteponer el nombre de quien habla como si fuera un texto de teatro. Prefiero diálogos con más información de lo que ocurre en el entorno, las acotaciones para mí son necesarias siempre que no sean excesivas. Por lo que he podido ver (ojeando su última novela), es una cuestión de estilo del autor, o eso parece.

Pero me ha encantado el juego de espejos por el que nos hace transitar, los pasadizos de la memoria por los que nos conduce. Y si os gustan las novelas diferentes os animo mucho a leerla.