Las chicas robadas

La inspectora de la policía Lottie Parker ha de investigar un asesinato. Un obrero, al excavar en un terreno, ha encontrado el cadáver de una chica joven. No se sabe quién es, nadie ha denunciado la desaparición de una mujer de similares características y el cadáver no lleva ningún signo de identificación. Si ya es difícil intentar averiguar quién es el responsable de un asesinato, las cosas se complican cuando ni siquiera se sabe quién es la víctima.

Pero no va a ser ese el único frente abierto para Lottie. Justo ese día, antes de dirigirse al trabajo, una mujer llama a su puerta. Es extranjera y va acompañada de su hijo, casi un bebé. No se expresa bien pero a Lottie le parece que le está pidiendo ayuda para encontrar a una amiga suya. ¿Quién es esa mujer y qué le ha podido pasar a su amiga? Lottie se centrará en la investigación policial pero lo que le dijo esa mujer queda en su cabeza e intentará averiguar algo al respecto.

Lo primero, hay que decir que ésta es la segunda entrega de una serie que comenzó con “Los niños desaparecidos”. Yo no lo sabía cuando empecé a leerla pero pronto queda claro porque la autora no para de referirse a los hechos de la anterior novela. Y es que la vida personal de la protagonista, la inspectora Lottie Parker, dio un giro de 180 grados debido a lo que allí ocurrió. Algo que afectó a su marido y a sus hijos, de lo que aún no se han recuperado del todo.

Si bien el caso policial empieza y termina en esta novela, las ramificaciones personales son muy importantes por lo que considero casi imprescindible leerlas en orden. Es cierto que no os vais a perder si, como yo, leéis ésta sin haber leído la primera pero hay cosas que no entenderemos en su justa medida. Es una de esas novelas en las que la parte personal del investigador es casi tan importante como la investigación y, por ello, para saber quién es realmente Lottie Parker, hay que saber qué les pasó en “Los niños desaparecidos".

“Las chicas robadas” es una buena novela policial. Con una trama bien armada y bien contada, una lectura ágil y mucho de denuncia social, es un libro que se lee solo, que nos ofrece unas cuantas sorpresas y nos da algo en qué pensar.

La trama principal es la que ocurre en la actualidad y se centra en la investigación criminal (y, subsidiariamente, en torno a lo relacionado con la mujer y su hijo que piden ayuda a Lottie). Pero hay una subtrama que ocurre en 1999 en Kosovo. Ocupa pocas páginas, escritas en cursiva, fácilmente diferenciables; esa trama es durísima. Desde el primer momento resulta claro que está relacionada con lo que ocurre en la actualidad pues, en torno a los crímenes, hay varios extranjeros procedentes de la Europa del Este, es inevitable pensar que alguno de ellos estuvo en Kosovo o, de alguna manera, está relacionado con los hechos que nos narra la línea temporal del pasado. Lo difícil es averiguar en qué consiste esa relación; para ello, tendremos que leer e ir descubriendo las sorpresas que la novela nos depara.

En cuanto a la parte del presente, la trama se divide en “días”: desde el 8 de mayo de 2015 hasta el 19 de mayo más un epílogo que transcurre el día 31 del mismo mes. La investigación criminal se narra en tiempo real, día a día. Cada “día” está subdividido en capítulos, con un total de 86. Es, tanto en la trama del pasado como en la del presente, un narrador omnisciente quien nos va contando los entresijos de la acción. Lo hará fijándose particularmente en sus protagonistas: un niño que en Kosovo asiste al exterminio de su familia en la rama del pasado y Lottie Parker en la trama del presente. Con un estilo ágil y bastante diálogo, un ritmo que no decae, la novela resulta adictiva y sus 500 páginas se leen en pocos días.


Conclusión final

Me ha gustado “Las chicas robadas”. Me ha faltado haber leído previamente “Los niños desaparecidos” para disfrutar aún más de esta secuela pero, bueno, a veces las cosas vienen así. En todo caso, aún ya sabiendo cosas que pasaron en la entrega anterior, no dudo que en algún momento la leeré.
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