Axel es un personaje que al empezar a leer me cayó fatal. Dos detalles significativos del carácter de este inspector de policía a la vieja usanza que destacaremos en las primeras páginas, en el coche tiene bastante peligro y esa voz interior fuerte que dice una cosa, pero piensa lo contrario, un poco como todos, ¿no? Pero cuál fue la escena. Axel va al colegio de su hija a hablar con el director, este le dice «No podemos controlarla. Tiene un genio indomable…». Axel responde «Tiene nueve años… Es una niña como cualquier otra y si ustedes no son capaces de formarla desde una base docente y educativa, ya buscaré quien lo haga…». Y entonces pensé, ¡uff!, este tío es de los que responsabiliza a todos por sus fracasos, porque la base del comportamiento y la conducta, para mí, es de los padres, nunca de los maestros, ellos están para otros menesteres. Pero la novela avanza y cambia la visión de este personaje que es bastante gamberro, como su compañera Loor, Lorena Galván. Pero mientras ella tiene una chulería honesta, Axel la usa para ocultar sus inseguridades e inmadurez. «La puntualidad es la virtud de los aburridos» La novela se reparte entre dos ambientes, Madrid y Vigo, aquí proyecté mi propia realidad, Madrid y Ávila, la primera es acelerada con la presión de la manecillas del reloj y la vida oscura, turbia; la segunda es todo lo contrario, la paz, la tranquilidad, la ausencia de las horas, la desconexión y la nostalgia. Los diálogos son un punto fuerte de esta novela, también un punto de relajación en la trama. Una lectura fluida, de entretenimiento y desconexión. No soy una mujer de comparaciones, no me gustan, en algún momento se dijo que sería el nuevo Jo Nesbo, no, y no. Luis García-Rey tiene un estilo propio, uno donde los personajes se revelan dentro de la historia y deciden lo que quieren hacer con su vida, uno donde los personajes te sorprenden según los vas conociendo y descubres sus motivos, uno donde al día siguiente no sabes lo que puede suceder. Como la vida misma. |