Así que pasen cinco años: Leyenda del tiempo

Así que pasen cinco años (1931), de Federico García Lorca, resurge en esta magnífica Cooección Cinco Décadas de Cátedra Editorial (2023). La obra continúa la misma línea que El público (1930), aunque con un argumento quizá menos complejo. Con el subtítulo de "Leyenda del tiempo en tres actos", coloca ante nuestros ojos un mundo en el que el presente se convierte en una dimensión inaccesible, en una mera transición entre pasado y futuro, imposible de ser vivida en plenitud. El protagonista, el Joven, ha esperado cinco años a su prometida, a la que casi no recuerda, pero que simboliza todas las ilusiones de su futuro. Distintas facetas de su personalidad, de la de Lorca, -el Viejo, el Amigo 1, el Amigo 2-, quienes lo acompañan, animándolo o entristeciéndolo.

El problema se presenta cuando llega el momento del reencuentro entre el Joven y la Novia, y la muchacha rechaza a este para fugarse con el Jugador de Rugby, quien, a su vez, representa el prototipo de la “virilidad descerebrada”, considerado por Lorca como el opuesto a sí mismo. En cualquier caso, la Novia lo escoge antes que al Joven a quien califica como “el viejo, el lírico”, a quien critica por “no apretar la mano” o incluso por “tener los dientes fríos”. Esta es una de las obsesiones lorquianas: la idea de no ser “suficientemente hombre”, que puede ir de la mano de la homosexualidad.

Este rechazo deja al Joven desorientado y es el maniquí del vestido de novia que había comprado para la boda el que se humaniza y de lamenta, ya que no tiene a nadie a quien vestir. Así que orienta al Joven para que vuelva su mirada a la Mecanógrafa, aquella mujer que trabajaba para él y que lo amó en silencio durante aquellos cinco años de espera. Aunque el Joven acude en su busca para declararle su amor, el Tiempo vuelve a traicionarlo, y la Mecanógrafa lo rechaza en un diálogo magnífico en el que ella le promete irse con él… así que pasen cinco años. 

El Joven siente la derrota en su alma: de nuevo le ha vencido el Tiempo.Aunque sus ilusiones amorosas no son más que eso y tanto le da vivir enamorado de la Novia, que de la Mecanógrafa. Las dos representan un intento por llenar de esperanzas el presente: un puente hacia la paternidad, otro de los temas lorquianos.

En el cuadro último, tres siniestros jugadores, que representan a las Parcas, Dan comienzo una trágica partida de póquer con el Joven. Obligado a echar el as de corazones, Lorca opta por una solución cinematográfica ya que «en los anaqueles de la biblioteca aparece un gran as de coeur iluminado. El Jugador I.° saca una pistola y dispara sin ruido con una flecha. El as desaparece, y el Joven se lleva las manos al corazón».
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