Nieve, cristal, manzanas

Lo de Gaiman ya es que no tiene nombre. Y a Coleen Doran la acabo de incluir en mi lista de dibujantes a seguir.
Este cómic, para entrar con un buen resumen, es un 10 en dibujo y un 10 en guion.
Cortito, pero intenso.
Original como pocos a pesar de la premisa sobre la que se mueve.
Y es que Gaiman se atreve a revisitar el cuento de Blancanieves. ¿A que suena a otra versión más? Pues no. Oscuro como en el mejor Neverwhere, fluido y poético a la vez en su narrativa, intenso, sobrecogedor, aterrador, el genio autor de Sandman nos cuenta una perspectiva basada en la madrastra en la que ella es un ser bondadoso mientras que la pequeña princesa de piel blanquecina no es más que un monstruo que se alimenta con la sangre de los demás. Toda una vuelta de tuerca en la que van encajando todas las piezas del cuento clásico, una por una.
Las ilustraciones son para quitarse el sombrero. C. Doran realiza un trabajo con mucho mimo en el que observo composiciones geniales a modo de retablos renacentistas, con un detallismo absorbente al más puro estilo de Gustav Klimt y una elección de paleta de colores realmente mágica.
Un deleite para los sentidos, me he visto leyendo y releyendo una misma página varias veces porque me absorbía la contemplación de los dibujos. Ella misma, en unas notas finales a modo de contenido extra, se declara admiradora de Harry Clarke (1889-1931), un artista irlandés a quien no conocía y que me ha resultado fascinante.
Sin duda alguna, un cómic para atesorar, para releer, para no contar nunca a tus hijos, porque no es un cuento para niños.
Joya. Posiblemente la mejor lectura comiquera que llevo en lo que va de año, y llevo unas cuantas.
¡Ay, si a Gaiman le diera por revisitar de esta forma todos los cuentos clásicos, qué buena serie tendríamos!