Cien años de soledad

Muchos años después, frente a las páginas del libro de García Márquez, Santiago había de recordar aquellas tardes remotas en las que leía libros de más de 400 páginas sin el mínimo titubeo. Con dos décadas encima del cuerpo y muchos bichos dentro de la cabeza, leer novelas así de largas de nuevo terminaría siendo una tarea difícil de cumplir.

Por fin leí este libro. Tenía relegada su lectura en la lista de "cosas para hacer antes de morir", una lista que realmente no existe pero que es excusa para cada vez que voy a referirme a algo que pienso que debería hacer en algún momento pero que probablemente nunca vaya a hacer. Cien años de soledad tiene mucho peso encima de su nombre y del nombre de GGM y de la literatura colombiana en general. Tenía que leerlo. Crecí teniendo el ejemplar que leí (del 97') en mi casa desde que nací. Este año se dio y además tiene un sabor agregado: con este se cumplen los 12 libros de mi reto de lectura del año, que cumplo por primera vez y que quise enfocar en la literatura colombiana, que hasta este año desconocía vastamente.

Habiendo dicho eso, sobre la novela como tal quiero destacar que hubo pasajes de largas páginas en los que me sentí sumergido dentro de un lenguaje bellísimo y mágico, tal y como dicen quienes ya han pasado por aquí, de sensaciones nóveles, maleables, masticables. Entre mis favoritos, el inicio de todo y el descubrimiento del hielo (que leí sintiendo el fervor de la inocencia y la maravilla), la primera experiencia amorosa de Aureliano Buendía, la peste del insomnio y el olvido, el desarrollo político y militar de Macondo, la masacre de la compañía bananera (que de lejos fue mi parte favorita y me dejó anestesiado por días), las mariposas amarillas y el amor rebelde de Meme con Mauricio Babilonia, y el final (que casi me levanta del suelo de lo frenético y alucinante que era todo lo que estaba leyendo). Esos pasajes son definitivamente memorables y me dejan clarísimo que el estilo de escritura y la voz narrativa de García Márquez se merecen todo el reconocimiento que puedan tener. Me quedé pensando en cómo alguien podría escribir un libro así, de la forma en que está escrito Cien años de soledad: como ningún otro que yo haya leído y redondo hasta la perfección. Un libro capaz de condensar un siglo entero de episodios cotidianos "coexistiendo en un instante".

Por encima de los nombres y los detalles esta es una historia sobre el olvido, el destino, la repetición cíclica de la vida, lo inesperado y lo completamente predecible, el amor y, sobre todo, la soledad. Pero la historia de Macondo es también la de Colombia, y eso también me parece que es un factor importante a la hora de valorar este libro. Desde ahí me inclinaría a pensar que para cualquiera que quiera conocer el lado más íntimo y menos maquillado de la historia de nuestros pueblos vale la pena completamente leerlo, aunque debo admitir que la lectura se me hizo bastante difícil en numerosas ocasiones. Es un libro al que hay que sacarle el tiempo, los capítulos son largos y el lenguaje (por muy colombiano que pueda ser el lector) no es al que estamos acostumbrados. Con todas las cosas que pasan y la cantidad de personajes que aparecen en este libro, uno de verdad siente que acaba de pasar cien años frente a la soledad de su lectura. Básicamente por esto (porque se me hizo demasiado largo) y porque simplemente creo que este tipo de apuesta narrativa histórica-genealógica "no es lo mío"; no le pongo las 5 estrellas, ni lo pondría entre mis libros favoritos. Si bien hubo momentos que me movieron bruscamente de sitio, tampoco me siento conmovido profundamente por Cien años de soledad como obra en su totalidad. Admito que también puedo no haber agarrado bien en mi memoria algunas secciones del libro, pero eso solo me deja el augurio de que sentiré una necesidad futura por releerlo. Alguna vez dentro de varios años, ojalá, y tal vez con una mayor disposición de tiempo para hacerlo.

Me parece muy bello, en todo caso, que en un mundo en el que en algún momento todos vivían "en una realidad escurridiza, momentáneamente capturada por las palabras" (escapando de la soledad y el olvido), la última tragedia que vivió alguien fue tener "conciencia de que era incapaz de resistir sobre su alma el peso abrumador de tanto pasado" (escapando de la soledad y la memoria).