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Cuando, un día, sin motivos particulares, empecé a leer "Cien Años de Soledad", no pude creer lo que estaba leyendo. Lejos de la depresión que me sugería el título, encontré hechizos en combinaciones exactas de palabras que me cautivaron hasta el día de hoy. Y es que García Márquez es mucho más que las historias que escribe, es cómo las escribe, cómo las percibe y cómo fusiona elementos cotidianos en una alquimia que resulta en magia. García Márquez es Macondo, y Macondo es, gracias a García Márquez, "un estado de ánimo, que le permite a uno ver lo que quiere ver, y verlo como quiere", en palabras del propio autor. Y es este libro, Camino a Macondo, el que nos muestra cómo se fue gestando ese realismo mágico, esa forma de percepción, desde sus primeros "apuntes para una novela" en columnas de periódicos hasta "La mala hora". Andando por sus páginas, es muy sencillo imaginar a un Gabo joven encontrando su voz, pisando los primeros adoquines de Macondo, bocetando la idiosincrasia del pueblo en las sombras de su propia infancia, proyectando magia en la tristeza, hasta ser el autor consagrado que conocemos hoy. El prólogo dice que Gabo decía que no había inventado nada, y, sin embargo, inventó una forma nueva de la magia que es la escritura, una forma nueva de manipular el lenguaje para que invoquen recuerdos y los vuelvan fantasía al mismo tiempo. Y hoy, después de haber leído tantísimos libros suyos, me sigue pasando que, en esa hipnosis, le busco a la vida la magia que fluye en Macondo. Y también me pasa que me atrevo a decir que son historias que leería toda la vida. Enlace: https://www.instagram.com/p/.. |
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